Te decía el otro día, querida Laila, que Rajoy es un cazador a la espera y en ello sigue tenaz y puede que obsesivamente. Parece muy seguro de que resistiendo ganará porque probablemente considera que el estado de cosas, actual o del próximo futuro, no puede conducir a otro sitio que no sea su continuidad al frente del Ejecutivo. Y, de momento, los resultados habidos parecen darle la razón. Tras las elecciones, lo primero que hay que hacer es constituir el Parlamento y lo segundo elegir el Gobierno en el Congreso. Pues bien, en el primer caso ya se ha cumplido el objetivo, tantas veces por él proclamado: El Congreso de los Diputados se gobierna por una Mesa, que es resultado de la alianza de centro derecha entre el PP, PSOE, y Ciudadanos, dándole en este caso la Presidencia al PSOE, para tenerla él luego en el Gobierno. Esta es la cesión que está dispuesto a hacer, dado que solo cuenta con una mayoría minoritaria de los diputados y, por lo tanto, el resultado no podría ser mejor. Rajoy parece pensar que este es el final natural de la actual situación, ya sea ahora o tras unas nuevas elecciones, que según todos los augurios darían un resultado esencialmente igual. Lo único que el líder del PP debe evitar es ser derrotado en una sesión de investidura y, por ello, forzó al Rey a ofrecer este papelón al bisoño y ansioso candidato del PSOE, con lo que lo debilitará más de lo que está, cortándole posibilidades de aliarse a su izquierda, y lo forzará a avenirse. Rajoy no necesita moverse más porque es falso que no cuente con aliados. Cuenta, dentro del Congreso, con la aportación muy activa y nada despreciable de Ciudadanos y, fuera del Congreso, con los mandarines de la UE, los poderes económicos, un amplio tejido mediático, medio aparato del PSOE y las viejas glorias de este partido que son, como él, devotos, militantes y activistas de lo que entienden como estabilidad política, que no se concreta en otra cosa que no sea la alternancia bipartidista que tan buenos resultados ha dado a esta "santa alianza".

Te confieso, querida, que a esta estrategia es a la que más posibilidades le veo, aunque también considero que si triunfa, ahora o tras unas nuevas elecciones, el éxito será una flor que se marchitará pronto, porque la estabilidad política a que estos se agarran no será posible, justo porque son ellos los que producen y generan la gran desigualdad que rompe la estabilidad social, imprescindible en democracia para una elemental estabilidad política perdurable. Porque, amiga mía, la inestabilidad política no es fruto del pluralismo partidario, sino de una perversa gestión de la crisis que ahonda las diferencias sociales, extrema la pobreza y tiende a romper la convivencia pacífica.

Es verdad, por otra parte, que la estrategia marianista tiene un talón de Aquiles, que provoca gran actividad tectónica en las entrañas del PP por mucho que aún no se haya manifestado en los sismógrafos. Ese punto flaco es la corrupción que pudre al partido y puede impulsar una marea en la sociedad y en la opinión pública que barra a la cúpula conservadora, remueva a Ciudadanos e impulse in extremis un, antes improbable, pacto de centro izquierda. Y esto, ahora o tras unas nuevas elecciones, en las que ya se confrontarían otros líderes, muy probablemente en el PSOE y posiblemente en el mismo PP.

La corrupción es el gran problema de Rajoy y del PP porque afecta a muchos cuadros, muy notorios y relevantes del partido, implica directamente al presidente como primero y último responsable, cuando menos in eligendo e in vigilando, y los puede inhabilitar de facto. Cuando esto pase, querida, habrá que decirle al presidente: No era la economía, Sr. Rajoy, fue la corrupción.

Un beso.

Andrés