El socialista Sánchez, un desconocido hace dos años, ha logrado que el PSOE tome la iniciativa buscando un amplio pacto de centro izquierda que le permita gobernar y para ello coloca la primera piedra. La postura del líder progresista choca frontalmente, dándose de bruces, con el leninismo de Iglesias, cuya ambición, deslealtad con sus socios de coalición electoral, abocan a su marginación como partido político. En la derecha civilizada está Rivera que hasta la fecha ha querido jugar a ser el intermediario necesario frente a Rajoy, papel que le viene ancho, habida cuenta su número de parlamentarios puede ser necesario, pero no imprescindible En todo caso habrá que reconocer que el líder socialista ha tenido el valor de lanzar un órdago que, se quiera o no, clarifica y, de cierta forma, calma la marejada provocada por cincuenta días de silencios de Rajoy, que, desde el 20-D, no apareció para decir ni mu y, ahora, exige que Pedro Sánchez configure un gobierno en quince días. Resulta chocante que los conservadores apremien, en los tiempos, al candidato, cuando pasaron, por cobardía, de proponer a Rajoy para presidir el gobierno de España, en dos ocasiones. Ahora ha surgido el desconcierto en las filas del PP e internamente se cuestiona la continuidad de Mariano en la política activa. Ello se debe, además de la corrupción galopante que surge imparable dentro de aquella organización, a la decisión de Felipe VI, manifestada al Presidente del Congreso, de que sea Pedro Sánchez el que intente constituir gobierno. En la decisión del monarca se percibe su intención de poner punto y final al absolutismo frentista del PP que, machaconamente insistía en su particular partitura sin que Rajoy apareciese en el escenario, para aunque fuese con medias verdades, recalcase que son los únicos que saben gobernar, que ganaron las elecciones, que son los únicos defensores de la unidad del mosaico español, así como para hacer frente al terrorismo yihadista y únicamente proponen, pactos con la derecha, con la izquierda, no, porque los "rojos" no pueden, ni saben gobernar la diversidad de los territorios hispanos.

Pedro Sánchez, lo tiene difícil. De entrada no hay consenso para modificar la Constitución de 1978, el aspirante a la investidura no cuenta con los dos tercios de la cámara para reformular el texto constitucional, habida cuenta que Pablo Iglesias (Podemos), de momento, se niega a participar con Albert Rivera (C's), si este garantiza un pacto de gobernabilidad con Pedro Sánchez (PSOE). Es políticamente clara la postura de los podemitas. Antes de que se haga añicos la alianza electoral (En Comú y Compromís por su cuenta y la portavocía conjunta de En Marea, con Podemos) hacen que las líneas rojas, marcadas por el mesianismo de sus dirigentes (bajan de 69 escaños a 47), empiecen a difuminarse, pero su prioridad es que se convoquen nuevas elecciones generales. A estas alturas, lo prioritario es la enseñanza, la sanidad, el empleo, la recuperación del Estado del Bienestar. El inicio de una nueva transición y unos nuevos pactos de la Moncloa y Toledo, una nueva ley electoral e ir modificando, en la medida de lo posible, las competencias de las CCAA. Todo ello sería un gran paso adelante, que dejaría al descubierto la demagogia y el radicalismo de derechas e izquierdas. A partir de aquellos pactos y reformas, se sabría quién es quién en España y podría iniciarse la tan ansiada reforma constitucional.