A Coruña nunca ha tenido una alcaldesa elegida por sus ciudadanos. En este sentido, el caso de Berta Tapia no cuenta: su designación como alcaldesa se debió a lo que entonces se llamaba tercio de familia y solo estuvo cuatro meses en el cargo, hasta los primeros comicios municipales en 1979. Desde entonces, la capital herculina suma seis regidores democráticamente elegidos. En el histórico de presidentes de la Diputación de A Coruña figuran ocho hombres desde ese año, mientras que el de la Xunta de Galicia está compuesto por cinco varones "bos e xenerosos" y dos dirigentes preautonómicos.

No existe, por tanto, rastro político alguno de una mujer en la gobernanza concerniente a los coruñeses desde la instauración de la democracia. Tampoco en el ámbito estatal, con seis presidentes desde que Adolfo Suárez venciese en las generales de 1977. Actualmente, los cuatro grandes partidos implicados en la formación de gobierno también están liderados por hombres. PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos cuentan con mujeres destacadas en la segunda línea pero, de momento, la ceremonia de imposibles pactos constituye un asunto entre caballeros. Llama la atención que se llame tan poco la atención sobre este asunto en un país tan atento al análisis, obligado a seguir desde ahora la nueva carrera electoral de EEUU con Hillary Clinton entre sus candidatos.

Además de la política o la gran empresa, los puestos directivos en el llamado "cuarto poder" también están restringidos a las mujeres. De los 150 periódicos españoles, apenas una docena están dirigidos por mujeres. Hablamos de una profesión con un 70% de licenciadas.

El informe publicado por este diario sobre la segmentación del mercado laboral en A Coruña refleja otra cara importante de la desigualdad al revelar una marcada segregación por género. Las mujeres son mayoría en sectores relacionados con el hogar, los cuidados o el textil, mientras los hombres ostentan el monopolio en el transporte o la construcción, donde solo aparecen siete mujeres albañiles, tres soldadoras, diez pintoras, nueve electricistas y una chapista. Todavía son excepciones en un mundo de hombres y viceversa en el empleo doméstico o la costura.