El 2 de febrero el Rey ofreció a Sánchez la candidatura a la investidura y ese mismo día Iglesias le ofreció sus votos y le hizo medio gobierno. Él, vicepresidente, Garzón, ministro, un independentista catalán de ministro de la plurinacionalidad y un par de carteras más para Podemos. Sánchez lo tomó a broma. El día 15 Iglesias presentó su poderosa vicepresidencia y las líneas de acción del gobierno que presidiría Sánchez. Sánchez se enfadó. El 18 Iglesias y Oltra, de Compromís, anunciaron que se reunirán con Sánchez para pactar la investidura, sí, pero primero para pactar el gobierno porque si no, no hay investidura que valga. Iglesias es un visionario pero no engaña y es coherente con lo que exige a Sánchez. Tiene cinco millones de votos, el control de 69 escaños y la posibilidad de, promesa de referéndum mediante, tender puentes con el independentismo. Iglesias va en serio porque, si sobre un programa de gobierno siempre es posible negociar y ceder, sobre unos nombramientos, sobre el suyo en especial, no cabe marcha atrás porque hundiría su carrera. Y sabe que, si Podemos no comparte gobierno, a Sánchez, haga lo que haga, no lo podrá derribar con una moción de censura en cuatro años. Así las cosas, ¿qué es lo que todavía no ha entendido Sánchez?

Sánchez ha ignorado a Rajoy desde el 20-D y aislado al PP con un cordón sanitario como zona contaminada por la corrupción y los recortes. Aceptó la candidatura real y al grito de todos contra Rajoy se lanzó a buscar votos para la investidura, no para el gobierno pero, como resulta que los nombramientos son relevantes para gobernar, ¡cómo no iban a serlo!, ahora se encuentra con que Iglesias le da la espalda por escorarse a la derecha y negarle la vicepresidencia. Sus poderosos voceros mediáticos ya tienen el remedio para Sánchez. El mismo que hizo lehendakari a Pachi López en 2009: Que el PP ayude a Sánchez, si no con el voto como a López, con la abstención. Y, claro, Rajoy se niega. Pero ¿qué es lo que todavía no ha entendido Sánchez?

Sánchez desde el 20-D ha caracoleado con Rivera creyéndolo seguro, pero Rivera, que puede acabar tirando por la borda los méritos contraídos en Cataluña si su mediación entre Sánchez y Rajoy queda en nada, dudará hasta el final porque sabe que sólo con sus votos Sánchez no gana y que, en el fondo, los socialistas le tienen por el clon del PP y en Cataluña el PSC ni es fiable ni le traga. Rivera sabe que si Sánchez no sale, su papel de intermediario en las próximas elecciones cotizará a la baja.

Mientras tanto Rajoy, que no es un visionario sino un político con los pies en el suelo, sigue bregando en la política real con el Brexit, impugnando locas iniciativas de la Generalitat, disciplinando como puede a los sinvergüenzas de su partido y adoptando medidas económicas y manteniendo, como Iglesias, la coherencia desde el primer día, esperando su turno para la investidura o las elecciones de junio. También eso lo critican Sánchez y sus voceros que no sólo pretenden la abstención del PP en la investidura sino que quieren además que Rajoy se marche a casa. Pero ¿qué es lo que no ha entendido todavía Sánchez? Nada, no ha entendido nada y sus voceros tampoco, por eso piden, encima, que si no es investido ha de reconocérsele, al menos, su meritorio intento. Intento innecesario estando todo claro hace semanas; intento gravoso que nos cuesta una irritante y lastimosa pérdida de tiempo cuando no estamos para perderlo.