Recuerdo que de chaval me mandaban a comprar el periódico y una vez a la semana, además, tenía que llevar a casa el semanario El Caso, algo que a mi abuela no le podía faltar. Yo no podía leerlo ni de lejos. Obviamente ya pueden suponer que a mis diez o doce añitos, si fumaba a escondidas, nadie iba a conseguir que yo no leyese también a escondidas aquel periódico, al subir los cuatro pisos hasta mi casa o buscándolo en el escondite correspondiente. Otra cosa es que lo entendiese, tampoco vamos a ponernos estupendos, era el mismo puro morbo preadolescente que ver las películas de dos rombos debajo de la cortina. El Caso hablaba de asesinatos, robos, asaltos? que normalmente no salían en la prensa normal o lo hacían de forma sesgada; pero eso sí, como después comprendí, al final todos los casos eran resueltos por las fuerzas del orden a las órdenes del régimen, aunque fuese con suspense, para vender el número siguiente. Muchas décadas después llegué a tener relación con El Caso, ya en su ocaso, por razones que no vienen al caso, y disculpen esta suerte de mal calambur.

El caso es que casi echo de menos un medio de comunicación que nos informe, opine y nos deje participar, solo sobre las crónicas de tribunales y los daños colaterales de las mismas; perdonen el atrevimiento; pero algo así como la prensa deportiva, que no frecuento y que ya se va viendo cada vez más contaminada dándole trabajo a las togas y los bufetes.

Imagínense, por ejemplo, el noticiario de televisión o de radio que ustedes frecuenten, mañana, noche? que tal y cómo saben la información de los deportes y del tiempo se la dan al final, haya otro espacio para la crónica de sucesos y en ella nos pongan al tanto del asesinato de aquella señora del PP de León de la que ya no recuerdo el nombre, que nos informen de cómo va el catastro de Ignacio González, Granados y demás cuatreros y alguna madre superiora de la Púnica. Lo mismo podrían hacer con el andorrano clan Pujol, al que se juzga por evadir impuestos hasta en la tierra de la que fue honorable presidente. El caso de la Infanta y consorte también merecería un buen espacio, pero confieso que por mucho que me expliquen no consigo entender nada, admiro a las magistradas a las que les cayó el marrón y confío en ellas. Pero no me digan que lo de Barberá no es de traca, después de que han empapelado a todo bicho viviente a su alrededor, hace valer sus machos bien atados para poner firme a Rajoy y dice que la comisión parlamentaria que la cita a declarar es un tribunal popular y lo es porque está compuesto de personas electas por el pueblo que tiene derecho a saber.

Al final, concluirán lo mismo que yo, no hace falta un suplemento de sucesos y tribunales, hace falta uno de normalidad democrática. Pero no sé yo si El Caso renaciese?