Hace semanas que una amiga me insiste en que hable de los refugiados, de la postura de Dinamarca y otros nórdicos, del Reino Unido, ¡qué decir de Alemania!, de los países del este; de nuestro, nunca suficientemente bien ponderado ministro del interior, Fernández Díaz y sus vírgenes protectoras, que nos ponen a salvo de infieles. Me resistía por problemas de acidez estomacal, pero habrá que aumentar el Almax para soportarlo.

Ustedes ya saben de los cientos de miles de ciudadanos que están a cuatro horas de viaje hacinados en las fronteras solicitando, es su derecho, el asilo para huir de la guerra (de Bush, Blair y Aznar) en la que solo les queda la muerte y les ofrecemos concertinas, fronteras a cal y canto con fuerza armada, gases lacrimógenos a los niños y ahora, parece ser, una policía especial para ellos, ¡qué bonito! Al igual que los que intentan llegar a causa de un exilio económico, en patera por el estrecho, estos ciudadanos sirios e iraquíes son víctimas de una guerra que les ha venido impuesta por la geopolítica y los intereses económicos, aunque el petróleo ahora se venda barato, ya subirá de precio.

Aquí estamos, conciudadanos europeos, uncidos al yugo de la bandera azul de las estrellas, nacidos para controlar el comercio del carbón y el acero, que avanzamos hacia la libre circulación de mercancías, de personas, que nos dotamos, la mayoría, de una moneda común, que hemos cedido competencias, para que después de elecciones libres, se administrasen buscando el equilibrio socioeconómico y los derechos humanos y ahora nos encontramos que estamos levantando telones de acero, ¡qué ironía! Después de derribar los de 1989, de reagrupar Alemania, de invertir en el este, volvemos a ser un reducto segregador contra las migraciones con la disculpa de que nuestros populismos y nuestra extrema derecha se nos echan encima. ¡Valiente Unión Europea hemos construido!

¿Todo para qué? Para que cuando nos encontramos con un problema real, de derechos humanos, que poco sacrificio podría representar en Europa, nos busquen un resquicio legal para zafarnos de la responsabilidad de salvar vidas, aunque la ONU y todo bicho viviente nos quiera poner colorados, ¡eso!, nosotros a lo nuestro, blindemos nuestros barrios y nuestras aldeas, que triunfe la política de supervivencia vergonzante; aún así seremos capaces de reírnos y ridiculizar a Donald Trump, con sus muros mexicanos, sus pistolas al cinto. Nos llega con un Rajoy ¿funcionando? que va a decir sí bwana a sus amos y amas de la UE como buen súbdito, ignorando lo que opine el parlamento de su país. Solo queda un estrambote, Erdogán, el palanganero turco que se ofrece por unos míseros 6.000 millones a convertir su país en un moderno campo de exterminio, sin ningún control y con manos libres para que también los kurdos pasen a mejor vida, ¡ojo que usted también paga su parte de la tajada que se lleva!