El adelanto del cobro del IBI, dispuesto por el alcalde, ha revolucionado en su conjunto a la esfera social coruñesa. La medida, con el marchamo personal de don Xulio, "las iniciativas de la Corporación municipal carecen de valor jurídico", es un trágala a la oposición del resto de las fuerzas políticas, un acto de arrogancia; para los mareantes, una viveza; para el común de los mortales, demasía. La arrogancia, aplicada a la gestión pública es un arma ofensiva, es la contracara de cualquier medida política, es un tic autoritario, más llamativo cuando su actor pertenece al mundo del Derecho. Entendemos que, en estas circunstancias, hay que utilizar a fondo el oficio y articular esas cualidades innatas que agigantan a los hombres de Leyes: capacidad para el entendimiento. La democracia provoca demandas que, a veces, exceden de la posibilidad de ser satisfechas, pero lo que no puede ni debe es imponer disciplinas restrictivas como antídoto y no escuchar la voz del vecindario. El adelanto del IBI, en tiempos de crisis y de mudanza, sobrepasa cualquier argumento de buena praxis política. La actitud de nuestro alcalde invita a la reflexión. El admirado Julio Cerón calificaría la justificación edilicia de palabras "levadizas", alzadas, posiblemente, para marcar territorio y singularizarse.

Otrosidigo

El tema municipal de los mercados revela cierta impericia. Ahora, la avería del montacargas del pescado de la plaza de Lugo perturba la distribución de la mercancía; los retrasos municipales en la concesión de licencias de obras debiera aclararse y los desvíos continuos de aviones de Alvedro son temas prioritarios, que han de ser abordados con firmeza por la Corporación municipal. El bla bla político no vale. Es pura cháchara.