Poco se ha dicho del martirio de las cuatro Misioneras de la Caridad, monjitas de la orden de la Madre Teresa de Calcuta, asesinadas junto con doce de los ancianos que cuidaban en Adén (Yemén), por islamistas descontrolados. Fue no hace mucho, pero la inexplicable indiferencia -a no ser que el sectario velo sobre todo lo que huela a católico cristianismo lo explique- ha echado capas de silencio sobre tal hecho. Ni una condena, ni un elogio -aparte del recuerdo del papa Francisco- a este desvivirse por los demás. A otro nivel, pero con el idéntico fin de servir desinteresadamente, quiero dejar constancia aquí de la presencia de unas joviales abuelitas, porque sus semblantes y edades así me lo parecieron, en el hospital universitario clínico de Salamanca, enfundadas en unas batas blancas que lucían las siglas AECC (Asociación Española Contra el Cáncer), que te ofrecían gratis un tentempié, un café, unas galletas, un refresco, etc., a los que allí esperábamos nuestro turno para ser atendidos. Iban de sala en sala con un carrito en que llevaban dichas vituallas. De paso te ofrecían, pero sin insistir ni hacerse pesadas, lotería para ayudar a la asociación. Ojalá prospere el benemérito ejemplo de todas las mujeres aquí citadas.