Al oír la disyuntiva que mi sobrino planteaba a su madre -hermana mía residente en Madrid que estrena su viudedad- me chocó pues me pareció una clara desconsideración. "O sales por la tardes, o te matriculo -le dijo tajante- en algún curso de la universitassenioribus". Para aclararnos, apuntarla a una de las variantes culturales que para mayores de edad ofrece una universidad madrileña. Mi sobrino, ya se entiende, lo hacía con la sana intención de brindar a su madre un motivo, una ocupación, para no quedarse encerrada entre las cuatro paredes de una casa ya vacía de seres queridos. Si desaconsejable es el sedentarismo, el apoltronamiento en un sillón y la ausencia de ilusiones es más que perjudicial para nuestros mayores. No es el caso de mi hermana, activa aún y desvivida con todos sus familiares, y no digamos con sus nietos, quien al punto eligió un curso sobre Islam y judaísmo para redondear más su vasto conocimiento histórico sobre los Trastamara en Castilla. Por lo que allí me entere en esos estudios sólo asistenciales, sin exámenes, buscan asignaturas troncales explicadas por expertos, con abundante bibliografía, complementados con visitas a museos, bibliotecas y exposiciones. Me pareció una idea excelente y presioné en lo que pude.