La pasada semana se me abrían las carnes al ver cómo era ejecutada la sentencia que condenaba a entrar en prisión al jienense concejal altivo, no sé si aceitunero o no, por acumular ya tres o cuatro delitos probados de agresión, el último, parece ser que lo ha sufrido otro colega concejal.

No me parecen buenas maneras, si estamos partiéndonos la cara en público y en privado, no sé cómo haremos para explicarles a chavales y adolescentes, que también consumen información en los medios, que no está bonito que acosen al compañero, lo vejen, lo graben, lo cuelguen en la red para mayor escarnio? Podrán decir sin problema que si los concejales pueden hacerlo ¿por qué a mí me expulsan del instituto? ¡A ver quién le pone el cascabel al gato!

No podemos ocultarles la realidad, saben que estamos matando gente a bombazos y que gente nos está, también, matando a bombazos; procuremos que sepan que los romanos nos invadieron y que gracias a eso tenemos el Derecho, bueno, malo o regular; pero es el mejor que vamos perfeccionando, aunque a veces nos perjudique injustamente.

La forma de resolver conflictos que tiene este señor concejal de Jaén y sus más próximos compañeros pacifistas es un pelín heterodoxa en la sociedad en la que vivimos, ya sabemos que no es la más justa; pero tiene cauces de diálogo bastante avanzados, que no pasan por ciertos elementos de las tertulias televisivas de fin de semana en las que triunfan sucedáneos de periodista, campeones del insulto y perdedores en la primera ronda de un panel de debates para bachilleres, ya no hablo de universitarios.

El problema, que se agranda con los espectáculos del cotilleo y los deportivos, es más grave de lo que suponemos, la violencia verbal, a veces incluso física, goza de mucha audiencia, que recibe mensajes contradictorios, como consejos de resolución pacífica o ejemplos de prácticas violentas.

Parece que este hombre no tiene ni el apoyo unánime de su partido; le han comparado con Miguel Hernández, le han beatificado mártir de alguna causa, es una pena que no conozcamos su obra poética, es lamentable que no se difunda, por lo menos entre los vecinos a los que representa.

La comparación con Hernández, no solo es un desbarre intelectual; sino que quienes la usan siguen insistiendo en la tópica imagen del poeta pastor autodidacta rescatada inocentemente tras el franquismo sin mucha documentación y que tras nuevas investigaciones (José Luis Ferris 2002) recuperamos como un personaje bastante distinto al que encontrábamos descrito en aquella bucólica imagen infantil y juvenil. El poeta estaba condenado a muerte por tuberculosis en la cárcel, espero que el concejal, en el tiempo que cumpla, lea, reflexione y escriba algún poema.