La apertura del túnel de O Parrote y la retirada de vallas de la avenida de la Marina, además de desbloquear el conflicto que enfrentó durante meses a Concello y Puerto, abre las puertas a una reordenación del espacio urbano que abarca la fachada marítima interior de la ciudad.

El tráfico rodado en la Marina ha quedado restringido desde este fin de semana a autobuses y taxis, con un límite de velocidad de veinte kilómetros por hora. Esta limitación afecta al tramo que discurre desde la rotonda provisional ubicada frente al edificio de la Autoridad Portuaria, que se convertirá en permanente tras unas obras, hasta las isletas existentes junto al jardín de San Carlos.

El nuevo mandato municipal coruñés arrancó el verano pasado con un claro desencuentro entre el nuevo Ejecutivo de Marea Atlántica y la Autoridad Portuaria, apoyada en este pulso por el PP, ante la negativa de las autoridades de María Pita a recibir oficialmente las obras de la Marina. El equipo de Xulio Ferreiro argumentó desde un principio que las obras tenían serias deficiencias que debían ser subsanadas por el Puerto antes de su recepción por el Concello, ya que de lo contrario el coste se repercutiría a las arcas municipales, añadido al de la ya descomunal hipoteca del crédito por pagar.

Los incesantes deterioros en la Marina y O Parrote, augurados por el propio autor del proyecto de la urbanización, el arquitecto Luis Collarte, llegaron a su clímax en la pasada festividad de Reyes, cuando el pavimento de la Marina se vino literalmente abajo. De haber recepcionado la obra, el coste de la reparación habría corrido a cargo del Ayuntamiento.

El nuevo espíritu de deshielo entre la Alcaldía y la Autoridad Portuaria quedó patente en la cumbre celebrada hace unos días por ambas administraciones, en la que se abrió paso un clima de entendimiento al que contribuyó la presencia del presidente de Puertos del Estado, José Llorca. En esa reunión no sólo se desbloquearon posiciones hasta entonces irreconciliables sobre el futuro de los muelles, a través de un acuerdo que permite compatibilizar la generación de recursos para Langosteira con el uso público de los terrenos que liberará el Puerto en la dársena interior, sino que también se encauzó la regularización de las obras de la Marina.

Puede discutirse desde luego si la faraónica obra de la Marina, que ha empeñado al Ayuntamiento en el pago de un préstamo millonario para los próximos años, era la prioridad en las necesidades de la ciudad. Sobre todo, a la luz de las sucesivas chapuzas que fueron emergiendo tras una prematura culminación de las obras por las prisas electorales. Pero es indudable que se trata de una importante infraestructura a la que, una vez realizada, debe extraérsele la máxima rentabilidad para impulsar la ciudad.

La reordenación urbana que ahora se pone en marcha tras la legalización de las obras de la Marina y O Parrote es una magnífica oportunidad para afrontar de una vez sempiternas asignaturas pendientes como la peatonalización de la Ciudad Vieja.

A Coruña es la única ciudad de Galicia y una de las pocas de España de su dimensión e historia que no ha acometido todavía la peatonalización de su casco histórico. Una rémora que la remodelación de la dársena puede ahora corregir.

El Ayuntamiento hizo un tímido intento en 2002 con un fallido plan para retirar de sus calles más históricas la circulación de coches. La iniciativa consistió entonces en la instalación de bolardos móviles que contaron con una subvención de 318.000 euros procedentes de la Unión Europea. Siete años más tarde, el dispositivo fue retirado porque se había quedado obsoleto sin que siquiera hubiese empezado a funcionar. Para más inri, Bruselas obligó al Concello a devolver la subvención concedida por los bolardos.

El Gobierno de Negreira puso en marcha en agosto de 2014 un sucedáneo de peatonalización que limitaba el aparcamiento en el casco histórico, sin cerrar las calles al tráfico rodado, decisión clave que aplazaba a una segunda fase, tras soterrar el tráfico de la Marina. Esta dilación fue criticada por los vecinos y comerciantes de la Ciudad Vieja, que reclamaban la peatonalización de la zona en una sola fase.

Hosteleros, comerciantes y vecinos de la Ciudad Vieja ven ahora con esperanza la nueva oportunidad que se abre con la reordenación de la Marina y O Parrote y confían en que la restricción de coches en superficie será un reclamo para los coruñeses que dinamizará económicamente la zona más emblemática de la ciudad, sumida desde hace décadas en un continuo declive. Recuerdan que el proceso de peatonalización, siempre prometido por los sucesivos equipos gobernantes de la ciudad, nunca fue fehacientemente acometido por ninguno y esperan que no vuelva a ocurrir lo mismo.

Es la hora de revitalizar un centro de la ciudad que viene sumiéndose en un degradante deterioro año tras año. Un abandono que se arrastra desde hace décadas y que ha tocado fondo con la recesión económica. Una cuarta parte de los locales comerciales de la zona se encuentran desocupados y con importantes desperfectos, según los últimos informes municipales. Algunas razones de este abandono del centro en años anteriores se encuentran en una política local que ha primado el desarrollo de grandes superficies comerciales en la periferia de la ciudad frente al concepto de área comercial abierta en las calles céntricas y barrios de la ciudad.

El casco histórico coruñés tiene un gran potencial económico por desarrollar a pesar de su notoria degradación. Una decidida apuesta por su peatonalización sin medias tintas, como reclaman vecinos y comerciantes, es el primer paso necesario para esa ansiada regeneración de la zona más emblemática de la ciudad.