Los que gobiernan ínsulas por lo menos

han de saber gramática. Miguel de Cervantes: El Quijote

Hace tiempo que sigo, atento en la distancia, a algunos de quienes en los últimos cincuenta años contribuyeron a ensanchar España más que otros. A esos intelectuales, sólidos y valientes, que no son filfa y que, con el respeto debido al lenguaje y a la inteligencia, combatieron la proyectada angostura nacionalista, sin arrojar jamás cacahuetes a nuestro alrededor.

Fernando Savater, acaso nuestra más luminosa cabeza, es uno de ellos. Otro es Félix de Azúa.

El flamante académico denunciaba hace nada como uno de nuestros mayores males, la incuria programada, el imparable deterioro, el lamentable estado del sistema educativo español, molde de un reconocido "derecho universal" que, por si los informes PISA resultasen sesgados y engañosos, otros más recientes aseguran que no redime, y aun que encadena.

En la estela de tantos sabios que advirtieron de la correspondencia irrefutable entre el lenguaje y el pensamiento (Piaget, Vygotsky, Chomsky), sostenía Azúa además que no "pensará bien" quien no "hable bien", acaso avisando al tiempo de que la desposesión del lenguaje es el primer paso hacia ese estado de estupidez generalizado que predijo Carlo Cipolla y que a nuestros políticos les complace sobremanera conducir.

Ellos, algunos de los cuales esperan mejorar nuestras vidas sustituyendo -estúpidamente a veces- el nombre de las calles, han sustituido también la gramática por el buen rollito, que a todos encandila porque obliga a deponer formas elaboradas como la subordinación -una organización jerárquica de sesgo claramente fascista- en beneficio de la coordinación, siempre dispuesta a acoger a todos -eternamente niños y niñas, eternamente felices y felizas- en un mismo plano sin menosprecio de nadie.

Así, mientras nuestros mandamases y mandamasas medraban en el anacoluto y los baldíos, fue desapareciendo también la concordancia, el ajustado engaste de la persona en el mundo real a través de la armonía del lenguaje.

Ahora, no mengua el desempleo ni los crímenes machistas ni el "fracaso escolar". No crece el bienestar ni la justicia ni la equidad. La movilidad social, la esperanza de alguna prosperidad es quimera, según publica un ponderado informe de Cáritas. Ni siquiera están limpias las calles y estos memos y memas que nos permitimos, nos imponen el hablar profuso y encebollado con que ellos mismos, tantas veces manchados de cargos, estiran su discurso vacío?

Concuerdo con Azúa, que a los españoles nos presintió como un pueblo de "animales dañados"; un pueblo que, bajo la mirada distante de un "dios deteriorado", dispone "flores muertas" alrededor de su propio "catafalco". Concuerdo con quien anticipó, visionario, lo que ahora somos.

Contra quien ayer irrumpió a besos en el Parlamento y desde su tribuna proclamó encelado el amor y la felicidad; contra quien, campanudo, hoy se encarama a la televisión para revelar urbi et orbi que España y la igualdad de los españoles es un asunto "escolástico"? Contra la estupidez rampante que es ya nuestro mayor enemigo social, concuerdo con Félix de Azúa.

Si acaso, yo sería algo más considerado con quienes vendieran pescado, que al cabo no tienen responsabilidad en el gobierno de las ínsulas.