Un servidor estaba convencido de que ya a estas alturas de canas y de más conchas que un galápago, pocas sorpresas educativas se llevaría; solo aquellas que buscase conscientemente por puro interés personal, que uno nunca deja de aprender.

Pero es que lo visto estos días colma mis aspiraciones, ya que la cantidad de novedades que llegan a mi magín son difíciles de procesar, a fin de cuentas ya vamos mayores y nuestra relación con las nuevas realidades cada vez es más difícil.

Por ejemplo, los paraísos; todos nos acordamos de la tortura del catecismo, del paraíso terrenal, de la maldita manzana que vino a jorobarlo todo y que a cambio nos proponían el paraíso de la vida eterna si no nos portábamos mal y zafábamos el infierno. En el catecismo de los musulmanes la cosa viene a ser la misma, mas o menos adornada para que atraiga a la clientela con más ganas, que si los ríos de agua, leche o miel, que si las huríes; en fin, distinta mercadotecnia. Decían que había más paraísos a disfrutar en vida, que si lujos, que si viajes, que si lugares exóticos? todo pasajero y aburrido.

Pero lo que cuentan ahora de los paraísos fiscales debe ser harina de otro costal, por ejemplo, para aprender geografía. Antes los profesores de geografía tenían un globo terráqueo, unos mapas más o menos modernos y lo suplían todo con la prensa, porque no había mejor forma de hacer viajar a la chavalada que con la imaginación, localizando los itinerarios de cualquier vuelta ciclista, los países participantes en una competición deportiva, el recorrido de un rally; pero es que ahora lo tienen más fácil con los paraísos fiscales, yo sí sabía donde estaba Panamá y su canal, pero las islas Caimán me sonaban a película de aventuras, Delaware aún no sé lo qué es, Jersey para mí era un tipo de ropa y podríamos seguir con todo lo que nos ha enseñado el exministro de Industria. Solo hay un problema, habría que explicarles también qué es una empresa offshore radicada en esos lugares paradisíacos y qué tiene de malo para que se vaya contando mentiras, sin que su jefe le tire de las orejas. Yo no sé, pero me lo imagino.

Otra cosa que he aprendido estos días es lo desaprovechados que están los funcionarios de elite, como el abogado del estado Mario Conde -número uno de su quinta- que acumuló grandes cantidades de riquezas en esos lugares sin explicarlo en las universidades, no hay derecho.

Como tampoco hay derecho a que el ilustre y nunca bien ponderado inspector de hacienda, José María Aznar, supiese que creando con su señora una empresa, interpuesta entre ellos y el fisco, se ahorraban una pasta gansa en impuestos. ¿Por qué se lo guarda para él y no lo cuenta en sus charlas? Solo se lo contará a sus discípulos de Georgetown a cambio de pingües beneficios.