Me cuenta mi dentista que ha asistido a un cursillo sobre lo puesto en el titular. Y yo le referí lo que sigue. Ansioso por experimentar y disfrutar los avances técnicos del coche recientemente adquirido, un día estuve toqueteando todos los botones y mandos a mi alcance. Total, que al día siguiente, al arrancar, me aparece en la pantalla este mensaje: Asistente de emergencia desactivado. Me preocupó y mucho el aviso. Pensé y repasé lo tocado; nada. Busqué en el libro de instrucciones, tampoco. Rendido y humillado acabé en el concesionario. Allí un pelirrojo y experto encargado me arregló en un plis plas el desaguisado. Solucionó mi imperfecta actuación. Porque aprendí varias cosas: que si no sabes, mejor no toques; y segundo: que la clave estaba en el mando Ajustes. Aquel muchacho era como un prestidigitador que iba sacando voces, instrucciones y nociones en una pantalla en la que yo solo había visto emisoras y pistas del CD. Tocando aquellos mandos era como un mago, un ilusionista que sacaba palomas, conejos y hasta un elefante de la chistera. Ajustes, no me olvidaré de esa instrucción. Ni de la lección aprendida para no volver tocar sin saber.