Se acabó lo que se daba querida Laila. A diez días del plazo límite ya sabemos que se repetirán elecciones. A la ciudadanía le toca ahora aprender de la experiencia vivida para orientar su nuevo voto a lo que más le convenga. El PP fue claro desde el principio: o gobernaban ellos con Rajoy a la cabeza en una gran coalición o, de no poder, preferían nuevas elecciones con la esperanza de alcanzar así su objetivo. Por eso el PP ni se movió, ni dialogó, ni, mucho menos, negoció con nadie. El PSOE se dividió entre los partidarios de la gran coalición y los que rechazaron cualquier alianza con el PP. Los primeros lograron impedir un Gobierno de izquierdas y obligaron a Pedro Sánchez a intentar con Ciudadanos un gobierno de centroderecha para, desde esa alianza, obligar a Podemos a tolerar el intento, apoyando simplemente la investidura o absteniéndose, bajo el marchamo de gobierno progresista y reformador. Ciudadanos, por su parte, impulsó un acuerdo inicial con el PSOE pero con el fin expreso de lograr el objetivo del PP: la gran coalición y evitar a toda costa un pacto de centro izquierda con Podemos. Y Podemos fue igual de claro que el PP: o se lograba un pacto de centroizquierda con el PSOE y sin ciudadanos, o lo menos malo sería ir a unas nuevas elecciones con la esperanza de fortalecer más a la izquierda, superar a los socialistas y así hacer posible un gobierno de centro izquierda, a la valenciana, en el próximo futuro.

También, querida, hemos aprendido mucho estos días de los contendientes.

El PP está enfangado hasta el cuello en la corrupción, a la que no puede combatir por que sería combatirse a sí mismo. De hecho ya está imputado por corrupción como tal partido y el rosario de dirigentes corrompidos no cesa. Es refractario a los cambios que se demandan y solo accederá a algún maquillaje y a empujones. Su objetivo central es mantener vigente y hegemónico el bipartidismo y las políticas neoliberales y confiesa abiertamente que lo que pretende es que todo siga igual "salvo alguna cosa".

Efectivamente y como bien dijo Pedro Sánchez, en Ciudadanos anidan las nuevas generaciones del PP que sí impulsarían una cierta regeneración política, pero manteniendo incólume la política económica neoliberal. No parece, por otra parte, que Ciudadanos tenga capacidad para abordar con sensatez y buen sentido el problema catalán, ante el que se pronuncia siempre con una gran crispación inútil.

El caso del PSOE es dramático. Está escindido entre la vieja guardia, que defenderá con uñas y dientes el bipartidismo, y lo que queda de los socialdemócratas; no tiene proyecto propio claro y vive angustiado entre el posible abrazo del oso pardo de la gran coalición o el del oso blanco de la izquierda. Hoy es en realidad un difuso partido de centro que, si asumiese ese papel sin complejos, podría aún prestar buenos servicios al país.

A la izquierda del PSOE está la gran olla en ebullición con Podemos, sus asociados e IU. Lo mejor es su pluralismo, su voluntad de cambio no tan radical como predican sus adversarios, pero sí importante y substancial y el hecho de representar mejor que nadie las aspiraciones más justas y razonables de las mayorías sociales. Su mayor problema es su dificultad para la gestión interna y externa y los obstáculos para alcanzar acuerdos internos firmes. La prueba del nueve será ver si se concreta la alianza entre Podemos e IU. No es que les falte un hervor, es que aún están hirviendo. En todo caso, son ya impulsores de cambios importantes.

Y por cierto, querida, populistas son todos, incluso el Papa, que el populismo no es ningún proyecto político ni referente ideológico preciso, sino el clima político inevitable, aunque no nos guste nada.

Un beso.

Andrés