La repetición de las elecciones al cabo de seis meses es un fracaso de los dirigentes políticos incapaces de llegar a acuerdos tal y como es obligado y habitual hacerlo en las relaciones laborales, sociales y económicas. Cierto pero, a mi juicio, Pedro Sánchez, con sus vetos a la derecha, a la izquierda y a los nacionalistas, porque no otra cosa es pedirles el voto o la abstención a cambio de nada para lograr la presidencia con sólo 90 escaños, ha sido el responsable máximo del inútil enredo. Y no cabe exculparle convirtiendo en hazaña democrática el documento con C's que ya es papel mojado si es que no lo fue desde su firma. Iniciada ya la precampaña Sánchez ha pedido a sus barones que en la campaña no hablen de pactos postelectorales tras asegurar que no pactará con el PP, una contradicción más. Si mantiene este veto y no revisa los otros dos es probable que, con parecidos resultados, el 27 de junio volvamos a la parálisis de ahora. Otro escenario probable es el que puede alumbrar el acuerdo de Podemos e IU si superan en votos y escaños a los socialistas. Iglesias, con toda lógica frente a la ilógica de Sánchez hace semanas, adelantó ya que le ofrecería la vicepresidencia a cambio de su apoyo en la investidura, al tiempo que apoya el derecho a decidir que encandila a los nacionalistas. Iglesias va a hacer, con seguridad, la campaña más atractiva y más mediática, apropiándose del mensaje del cambio a la izquierda y a lo desconocido, del cambio con riesgo que tanto mola en estos tiempos y, si no se le agrietan sus sociedades territoriales y consuma el casamiento con Garzón, no me sorprendería que arrebatase al PSOE la segunda plaza con opciones serias de gobierno. Esos dos escenarios son lo que nos jugamos ahora si Sánchez insiste en vetar cualquier acuerdo con el PP: o la vuelta a la parálisis actual o un gobierno de Iglesias, Garzón y asociados, con Sánchez en lo alto o en la vicepresidencia de deportes. Un escenario este segundo que puede dejar de ser inquietante a muchos si alguien, el posibilista Errejón por ejemplo, les tranquiliza recordándoles la enorme distancia entre las promesas del PSOE de la pana de González y Guerra y sus políticas socialdemócratas, europeístas y atlantistas durante tantos años. Comparando al Tsipras retador y populista de los primeros tiempos con el Tsipras de ahora, afable con Merkel y la troika y duro con sus votantes griegos, puede entenderse fácilmente lo que quiero decir. Iglesias no es menos inteligente, audaz y cínico que Tsipras o González.

Si Sánchez mantiene el veto al PP tenemos derecho a pensar que volverá a lo de ahora o se echará en brazos de Podemos y socios con rumbo a lo desconocido. Por eso, lo que nos queda a quienes rechazamos la parálisis y optamos por proseguir el cambio tranquilo que nos ha deparado la mejor España en siglos es fortalecer las posibilidades de un gobierno moderado y estable. Mejor con la abstención vigilante del PSOE ya que el apoyo es impensable. ¿Y Rivera? Pues Rivera, tras el fracaso obtenido como mediador y la trampa de su neutralidad apostando todo a Sánchez, debería optar entre abstenerse o apoyar la investidura de Rajoy. Rivera dice que hay que combatir la corrupción para conseguir la estabilidad pero es justo al revés, sólo desde un gobierno estable ese combate es efectivo. Si Rivera quiere ser el guerrero anticorrupción conseguirá éxitos puntuales, pero no contribuirá a la estabilidad necesaria para el gobierno de la nación que es la primera y más compleja obligación de un partido político que se precie.