Galicia se ha enriquecido con dos lagos artificiales, dos esmeraldas se me semejan, que pienso servirán de reclamo en la promoción turística. Me refiero a los lagos de As Pontes y al de Meirama, que ya ha completado su relleno como fue anunciado por el estupendo reportaje de Marta Villar en este diario el pasado 23 de abril. Aparte de ese enganche con el turismo, mi reflexión en este minuto va por la vía de reconocer algo bien hecho. Se nos acusa a los periodistas de sólo referir lo negativo para criticarlo, y encajo el varapalo; pero en esta ocasión será todo lo contrario. Reconozco y ensalzo el esfuerzo, el tiempo y los gastos empleados para cubrir con millones de litros de agua, que en contacto con el verde circundante dan esas irradiaciones que se me asemejan como esmeraldas, los dos inmensos y sucios huecos -la profundidad del lago de As Pontes llega a los 150 metros y el de Meirama a los 200- que la explotación minera de esos yacimientos de lignitos habían escarbado en el paisaje gallego. Sí señor, han sido dos realizaciones acertadas -seguro que se me escapa algún detalle criticable- que he visitado con satisfacción e invito a que todos vayamos a disfrutarlas.