La aparición de conocidos veteranos del PSOE en puestos preferentes de las listas electorales y en la antesala de carteras ministeriales sugiere, a seis semanas del 26-J, que la dirección cierra el paso a compartir gobierno con Podemos, ni presidiendo Sánchez, ni como vicepresidente de Iglesias. Y permite suponer que, si Rajoy gana, los socialistas se abstendrán en la investidura para facilitarle el gobierno. Parece, en fin, que alguien ha impuesto cordura a Sánchez aconsejándole que, en el peor de los casos, pase a la oposición y aproveche la legislatura para recuperar la hegemonía en la izquierda, recomponerse y prepararse para las elecciones de 2020. La decisión llega tras la inquietante unión de Podemos e IU y justo cuando la iniciativa de ir con Podemos al Senado, de paternidad dudosa pero de resultados muy prometedores, amenazaba con conflictos importantes en el PSOE que la dirección ha atajado con autoridad. Es difícil asegurar si con esta reorientación están a tiempo de mejorar sus resultados o ya es demasiado tarde para borrar la imagen de desconcierto y radicalidad que han cultivado y trasladado a la opinión pública con Sánchez al frente del partido, sobre todo en el enredo que ha protagonizado en estos meses perdidos. Porque Sánchez vuelve a utilizar las primarias a conveniencia, la imposición de los veteranos lo vuelve a demostrar; porque la discrepancia de Ximo Puig y los apoyos socialistas a Podemos, Colau, Compromís o Mareas en ayuntamientos y autonomías no aclara las cosas; porque tampoco es seguro si el apoyo a Sánchez de sus barones y baronesa es sincero; porque en distintos sectores del partido ha habido malestar con los estrechos vínculos tejidos en tiempo récord con Ciudadanos, por un lado y, por otro, con las exigencias y desprecios de Iglesias. El tiempo dirá si la reorientación se consolida o es flor de un día pero, de momento, la recuperación de veteranos, mejor sin jueces de ida y vuelta, es una buena noticia.

No parece, en cambio, que a la coalición Unidos Podemos le alegre la reorientación socialista porque termina con sus pretensiones de gobierno del cambio y probablemente tratará de enfrentarla tachándola de anticuada y derechizada. Iglesias y Garzón van a radicalizarse tratando de conseguir, al menos, hegemonizar la oposición en Las Cortes y en la calle. Con todo, la unión de las dos fuerzas no lo tiene fácil porque cada paso adelante va dejando heridas y el acuerdo tiene debilidades. Las últimas en Almería y Valencia a cargo de los resistentes de IU se suman a las que siempre provoca

la confección de listas porque el número de siglas que Unidos Podemos necesita agrupar y disciplinar es amplísima y porque el dedazo de Iglesias no deja espacio para las primarias. Es cierto que parte de su electorado pasa por todo y solo quiere derribar a Rajoy como sea, pero el cansancio y las reiteradas sobreactuaciones de Iglesias harán mella en ellos y les va a afectar la abstención. Y en algún sector de Podemos quizás no haya gustado el acuerdo con IU pese a la consulta con resultados a la búlgara de hace unos días.

En definitiva, Sánchez y el PSOE de un lado y enfrente Iglesias, Garzón y el inefable Anguita han recuperado protagonismo esta semana mientras que casi ha desaparecido Rivera. Qué más hubiera querido el PP que desaparecer también, pero otra sentencia condenatoria, Alonso y Maroto esta vez, vuelve a poner a prueba, justa o injustamente, la resistencia de sus votantes.