No resulta fácil explicar a un letón de apenas 40 años quién era Eva Duarte de Perón. Y por qué existe un parque en Madrid dedicado a la líder de los descamisados argentinos. (Por cierto, ¿pensará el ayuntamiento de turno cambiarle el nombre?). La mención a Eva Perón viene a cuento pues cerca de allí me tocó el ingrato deber de vaciar y cerrar el piso en que vivió mi familia; de paso pegué la hebra con el transportista oriundo en Letonia que nada sabía del peronismo. Tampoco sabía qué es el estraperlo, ni el gasógeno para los coches, ni que en la España de la posguerra se había pasado hambre (me confió que ellos no lo habían pasado con los soviéticos), ni que hubo cartillas de racionamiento, como tampoco le sonaba que el general Perón, presidente entonces en Argentina, nos había socorrido enviándonos trigo, y de ahí lo del parque dedicado a su mujer y los vítores "¡Franco, Perón!" cuando nos visitó. Tras marchar mi interlocutor, reflexionando sobre lo salido en la conversación, me alegré mucho porque todo lo vivido me ha enriquecido y puedo aún transmitirlo, afortunadamente por ahora, a más personas que desconocen episodios reales de nuestra historia.