Los coruñeses podremos decidir directamente el destino de un millón de euros gracias a la puesta en marcha de los llamados Orzamentos Participativos en 2017. La suma no llega al 4% de la inversión municipal pero es un buen comienzo. Por primera vez en la historia, los ciudadanos y ciudadanas de la capital herculina tendrán la posibilidad de administrar, sin intermediarios y a través del voto, una parte de su dinero, ese dinero de todos que configura el presupuesto local.

La iniciativa pretende promover la democracia participativa, que es una forma madura o elevada de democracia porque implica a la ciudadanía en la gestión pública. Al mismo tiempo constituye una oportunidad para sobreponernos a nuestra precaria tradición democrática: España es un viejo país de cinco siglos envuelto en una joven democracia de menos de cuarenta años. El sistema democrático se instaura, la cultura democrática no: ésa tarda décadas en aflorar, generaciones enteras, más de tres centurias en Estados Unidos.

La medida es nueva en A Coruña pero no en España, ni siquiera en Galicia. Ferrol activó los Orzamentos Participativos en 2009 con el socialista Vicente Irisarri como alcalde. Solo un año después, en su segunda edición, los ferrolanos ya decidían el destino de dos millones de euros tras presentar más de mil propuestas. Una vez recogidas las demandas vecinales repartidas en cinco barrios y cuatro parroquias rurales, éstas se votaban en asamblea. De ahí salían compromisos concretos y efectivos para arreglar las aceras, modernizar la red de saneamiento, prolongar el carril-bici o mejorar el acceso a Internet. Puro blues.

La experiencia de otras ciudades españolas y europeas con Orzamentos Participativos puede resumirse en tres puntos. Uno: aunque el alcalde de turno sueñe con la luna, el vecino lo bajará a pie de calle y le pedirá que adecente la avenida. Dos: que la democracia participativa resulta más transparente que la representativa. Y tres: que los ciudadanos estamos preparados para cooperar organizadamente con nuestro ayuntamiento.

Este modelo también se aplica en la llamada "banca ética" con el fin de que los clientes decidan qué negocios deben financiarse con sus depósitos. En la banca tradicional puedes estar ayudando al corrupto o al tratante de armas sin saberlo.