Felicito al Gobierno Municipal herculino por su iniciativa respecto a la implantación de una "renta social" en la ciudad. Ciertamente, hay dos formas de conformar nuestra sociedad. Una, el "sálvese quien pueda", dejando atrás a quien por su posición de partida o por la circunstancia personal que sea, no esté en condiciones de competir. Y otra, la que busca una máxima o hasta plena inclusión, precisamente haciendo uso de instrumentos como este, que por su carácter transitorio y por lo que lleva aparejado en términos de intervención social, es un vector que puede tener grandes repercusiones positivas en sus beneficiarios.

Sé lo que me dirán algunos de ustedes, porque es el argumento que siempre se escucha ante este tipo de instrumentos e intervenciones. Me dirán que habrá un apoltronamiento de determinados individuos ante la posibilidad de cobrar sin trabajar y que, a la larga, esto redundará en perjuicio de las personas perceptoras de tal renta, ya que hará más laxa su capacidad de autosostenimiento. Incluso alguno de ustedes, como en otras ocasiones en que he tratado el tema aquí y en otros foros, me dirá aquello de que también quiere apuntarse a tal renta social, mucho más cómoda que sus actuales circunstancias para ganar dos perras. Son argumentos que, como digo, siempre salen. Y que yo considero equivocados.

¿Por qué? Pues porque precisamente ahí está la diferencia entre hacer bien las cosas y la posibilidad de hacerlas mal. Una cosa es transferir un dinero a una familia sin más, y otra, que tal sostén implique un progreso en determinadas cuestiones con la ayuda de un potente equipo interdisciplinar orientado a tal tarea. Los Servicios Sociales, en general, tienen esa capacidad de trabajar conjuntamente con las personas para, en la medida de lo posible, enmendar carencias y orientar hacia una mayor inclusión social, atendiendo también a la derivada -nada fácil- de mejorar su capacidad propia de generación de ingresos. Y los Servicios Sociales de Coruña, en particular, han brillado especialmente -ya desde los años noventa- por capacidad y potencia, y siguen haciéndolo. No tengo ninguna duda de que, en este caso, el compromiso del ejecutivo implantando tal renta se verá complementado por la capacidad y el compromiso de sus departamentos técnicos, para velar por el cumplimiento de los objetivos de tal programa. Una vez más, ¡chapeau!

Y lo digo convencido, quizá porque he defendido muchas veces este tipo de programas. Este, y también el de la creación de un parque nacional de vivienda, a precio tasado y modular en función de la renta dinámica de cada familia. ¿Gana usted 700 euros? Pues pagará 50, pongamos por caso, de vivienda. ¿Queda usted desempleado, sin ingresos? No se preocupe, no paga nada. ¿Mejora notablemente su capacidad económica y la familia obtiene una renta de 1.800 euros mensuales o más? Entonces paga usted el precio de mercado, pongamos 450 euros. Y todo ello en viviendas propiedad del Estado, en régimen de alquiler nominativo, sólo a la persona titular del contrato. Se trata de una verdadera política de Estado de vivienda, con un parque amplio, digno y en constante renovación, al estilo de como se hacen la cosas en países como Reino Unido o Alemania, que nos llevan décadas de ventaja en esta cuestión. Una forma perfecta de erradicar prácticas injustas, como el sorteo de viviendas en propiedad, a precios bajos, en el centro de la ciudad. Y de alejar definitivamente el mal de la falta de acceso a la vivienda, algo imprescindible, padecido por muchas personas.

Solo tengo una pequeña duda respecto a programas de renta social como el descrito, a pesar de ser un firme defensor de ellos. Y es la relativa a las diferencias en los derechos de las personas por el carácter exclusivamente privativo de cada municipio -como la Ley exige- de este tipo de programas punteros. Me explico. Usted vive en A Coruña, por ejemplo, y podrá acceder a esta oportunidad. ¡Perfecto! Pero si vive en un municipio de las afueras, unos metros más allá, ya no. Este tipo de diferencias, que ya existe en España de largo por la especial conformación de su realidad política territorial, con programas como el de Renta Básica -Risga en Galicia- diferente en cada comunidad, suponen una asimetría real en tales derechos. Es por eso que soy de los que piensan que estos grandes instrumentos colectivos deberían articularse desde la sensibilidad y el conocimiento de lo local, pero elevados de alguna manera a instrumento estatal. El precio de no hacerlo así es el de montar una España de diecisiete velocidades -en lo tocante a la gestión autonómica- o de 8.125 -si la gestión es municipal-.

En todo caso, por algo se empieza y lo importante es, ante todo, caminar. Por eso termino el artículo con la misma frase que lo empecé. Felicito al gobierno municipal herculino por su iniciativa respecto a la implantación de una "renta social" en la ciudad. Esa es la esencia. A partir de aquí, todo es gestión. Y, con el tiempo, ya vendrán las mejoras y las posibles generalizaciones de los instrumentos más exitosos.