El programa Dillo ti ha sido apeado, como se esperaba, por la Junta Electoral. Su formato necesitaba ser más pluralista, para que su unilateral disertación sea menos interesada. Las asociaciones de vecinos ven limitadas sus funciones y la tarea barrial de los concejales, condicionada. La participación requiere la concurrencia de todos los partidos que integran la Corporación municipal, requisito desconocido. Así, La Coruña continúa absorbiendo los riesgos y torpezas de sus dirigentes, cuya escasa proclividad en asumir las responsabilidades que acumulan es manifiesta. Don Xulio sigue enfrascado en la política, en ocasiones ajeno a la gestión municipal, alimentando sus intervenciones en cualquier espacio con la idea del prestigio que tiene de sí mismo. Entre tanto, la avenida de la Marina sigue sin acondicionarse, hecho que, de nuevo, afectará a los gremios allí establecidos. Vivimos en la sociedad del palique; asuntos vitales para la ciudad no parecen interesar a los gobernantes, tales como Alvedro, intermodal, accesos por Alfonso Molina, ampliación del puente del Pasaje, trenes de cercanías a Ferrol, vuelta de La Coruña al circuito cultural de las grandes ciudades europeas, etc. Con la absorbente etapa electoral, entramos en el capítulo de las promesas, es decir, cuando los gobernantes nos quieren convencer que si no consiguen lo que proponen no será por su culpa. Ha pasado un año más, perdido, que a los escépticos nos cumple marcar distancias, aunque comprobemos cómo el político contempla las mismas injusticias, con un calculado objetivo de aumentar sus posibilidades.

Otrosidigo

El litoral de la ría, entre Oza y el puente del Pasaje, es un paraje turístico, necesitado de una buena urbanización. El chabolismo sigue sin extinguirse y, al parecer, las soluciones están a expensas del Gobierno central. Es difícil elucubrar expectativas, cuando se sabe que los actuales mandatarios son poco proclives en atender peticiones formuladas por corporaciones de otro signo.