La noche de San Xoán es la más esperada del año en A Coruña. Entonces la ensenada de Riazor se transforma en un espectáculo de luz y danza en torno a las hogueras purificadoras que ocupan el arenal. Esa estampa justifica la visita a la capital herculina desde cualquier parte del mundo entre el Cabo de Hornos y el Mar de Tasmania.

El periódico aguarda hasta el límite de su cierre para captar la magia nocturna en forma de fotografía de primera página y las redes sociales arden con imágenes de fogatas, ramos de hinojo y sardinas asadas. El contraste entre la constelación de llamas de la playa y los fuegos de colores que pintan efímeramente el cielo escenifican el encanto de la medianoche sin que Iker Jiménez y sus contertulios de Cuarto Milenio puedan explicar el hechizo de la lumbre.

"Bienaventurados los vikingos porque tienen los cuernos postizos", recitaba el druida de barba infinita que servía queimadas a medio camino entre Monte Alto y el firmamento, en aquella tasca de acabados en cornamenta para que lugareños y turistas asistiésemos a una versión políticamente incorrecta del conjuro. Entonces comprobamos que incluso la comedia y el chiste adquieren una dimensión fascinante a la luz de la flama.

Lejos de menguar, la tradición de San Xoán se reinterpreta y expande en la era de Internet. Esa apasionada querencia del ser humano por lo virtual y esotérico choca de bruces con la realidad de la mañana, un selfie ciudadano de 120 toneladas de basura a los ojos de las cuadrillas de limpieza. La pregunta planea sobre los espíritus liberados de todo mal a la llegada del alba: ¿sería posible que los celebrantes de la noche meiga dejasen la playa lo más parecido posible a cómo la encontraron?, ¿es posible conjugar la diversión de 150.000 personas con el respeto al espacio público?, ¿existe alguna contraindicación médica que impida recoger los residuos generados y depositarlos en los contenedores?

Un halo de misterio envuelve todavía a tales cuestiones, las cuales dicen tanto o más de nuestra educación que la propia Fiesta de Interés Nacional. De momento, solo tenemos una respuesta a mano y es que las brujas vuelan sobre sus escobas por algo.