La Costa da Morte se exhibe con esplendor en la Bienal de Venecia, cuyo pabellón español, comandado por el arquitecto muxián Carlos Quintáns, ha obtenido el primer premio. Resulta curioso que entre tanto el anhelado parador de turismo de Muxía siga en entredicho. La obra fue concedida por el gobierno de Aznar a raíz de la catástrofe del Prestige, pero la llegada de Zapatero lo arrumbó, entre otros asuntos no menores como el Plan Hidrológico Nacional. El siniestro del Prestige puso a Galicia en el mapamundi de manera singular por el temple de las gentes de la mar, que supieron apoyarse en sus virtudes, como lo hacen a diario, en esa lucha heroica que conmueve a la admiración. En todo el mundo se ha hecho familiar la Costa da Morte, donde la historia parece descoser la geografía, en cuyos paisajes, recortados por el mar y en sus bosques milenarios, se palpa la médula de los siglos. Pasada la crisis del Prestige, la geografía del litoral ha vuelto a la ensoñación porque el ensueño es en el fondo nuestro paisaje, símbolo de Galicia, un secreto que no puede comunicarse a nadie. La Costa da Morte, Muxía, merecen que el parador de turismo prometido sea una realidad, porque sus gentes, sometidas a enormes avatares meteorológicos, tienen de la vida un concepto más real y profundo que el resto de los mortales.

Otrosidigo

La Bienal de Venecia, que permanecerá abierta hasta el 27 de noviembre, exhibe en maqueta entre otras obras, la ampliación del puerto de Malpica, el albergue de Bela Muxía, las casas de Chao y A Redonda en Corcubión, una vivienda en Toba, en Cee; la casita de Quilemes en Carnota, etc. Todo se complementa con la proyección de un vídeo que abarca desde el Monte Pindo hasta Carnota.