Sin duda todos reconocemos los méritos de la afición del Atlético de Madrid. Están con su equipo en sus escasos éxitos y sobre todo en sus muchas decepciones. Muy pocos aficionados al fútbol les niegan a los colchoneros el hecho de contar con la afición más abnegada y entregada de todo el fútbol europeo. Pero a esta ejemplar afición, la buena no la de los salvajes, les ha salido otra afición que compite con ellos por ser la mejor, la más fiel. Es la afición del Partido Popular. En estos tiempos en los que diluvian cada día noticias negativas sobre cargos públicos populares se escucha con fuerza, en forma de encuestas, el aliento incansable de los seguidores de un partido que en sus peores momentos se mantiene a la cabeza de la clasificación y absolutamente todos los trabajos demoscópicos lo sitúan como ganador de la liga cuya final se juega el próximo día 26. Admirable. La presión mediática que denuncia cada día casos de corrupción protagonizados en el pasado por cargos públicos del PP que no siendo el único partido al que afecta la corrupción es el que ocupa el mayor tiempo en los espacios informativos y de debate de todas las radios y televisiones de España, no desanima, por daño que les haga, a las bancadas populares. Así las cosas cabría pensar que tantos errores y tanto acoso mediático podría mermar la moral de los aficionados hasta llevarlos a perder las elecciones. Pero no es así, la ejemplar afición popular se mantiene firme y parece querer renovar su confianza en un partido en el que han fallado gravemente algunos de los miembros del equipo. Por todo ello resulta incomprensible la indolencia y la falta de sensibilidad con la que el propio partido trata a su afición que no merece lo que está sucediendo y a quien, aún hoy, nadie le ha pedido perdón. La inmensa generosidad con la que la base social del Partido Popular regala su confianza, elección tras elección, a su partido no se ve correspondida por las actitudes torticeras de algunos de sus dirigentes. El PP no tiene el enemigo enfrente, lo tiene en casa. No puedo imaginar a dónde podría llegar la formación azul con la afición que tiene si sus dirigentes observaran una conducta ejemplar y fueran capaces de comunicar sus éxitos poniendo en valor a su extraordinaria afición. El último episodio es propio de un monólogo del maestro Gila que bien podría comenzar con una llamada a Génova que dijera: "Buenos días, ¿es el enemigo?". Que todo un ministro del Interior sea gravado en su propio despacho artellando deleznables estrategias contra adversarios políticos es incomprensible. Podrán dar todas las escusas que se les ocurran, podrán incluso pretender justificar lo injustificable pero han de ir con cuidado y no ofender la inteligencia de la gente y menospreciar los sentimientos de su propia afición. Difícil se lo están poniendo a los Feijóo de turno quienes hacen grandes esfuerzos por demostrar el valor de una gestión limpia, honesta y sincera. Cada vez que intentan levantar cabeza anunciando una inversión o el resultado positivo de alguna gestión se ven sobrepasados con la aparición de una nueva noticia que mancha las siglas populares y hace olvidar las cosas buenas que, sin duda, hacen también la mayoría de los cargos públicos del Partido Popular. Quizá el saber que cuentan con esa gran afición les ayude a equivocarse por que todo tiene un límite. El día 26 puede ser la última oportunidad del PP para sentirse arropado desde la grada. Su afición no les está dando un cheque en blanco ni mucho menos está bendiciendo los múltiples errores que responsables populares han cometido. Si la dirección del Partido no es capaz de interpretar adecuadamente el sentimiento de su afición, cometerá el mayor y el más grave de todos sus errores. Algún día, no muy lejano, veremos en las televisiones un anuncio de un padre conduciendo su coche mientras, desde el asiento de atrás, su hijo pequeño le preguntará con inocencia: papá, ¿Por qué somos del PP? Por eso y rememorando al viejo profesor Tierno Galván le digo al presidente Rajoy ¡al loro Mariano, al loro!