Buenos días. Titulo este artículo Brexit (II) porque hace unos meses, en plena gestación de lo que hoy es ya una realidad, tratamos en esta columna sobre esta temática. El artículo se tituló, a secas, Brexit, y fue publicado el 20 de febrero de este mismo año. La tesis que defendía en él es que el proyecto europeo, independientemente de que prosperase o no la espantada de Reino Unido, quedaba tocado de muerte ante el simple planteamiento de la misma. Si se marchaban, porque implicaba empezar a deshacer la idea de aquella Europa de Monnet y de Schuman, basada en ideales y en una lógica de ciudadanía europea que hoy no existe ni por asomo. Y, si se quedaban, porque las condiciones negociadas con Bruselas eran un verdadero insulto para los demás, y la consolidación jurídica de una Europa de dos velocidades ciertamente injustificable.

Hoy ya sabemos el desenlace de todo ello, y el péndulo ha pivotado hacia la ruptura. Reino Unido se irá de la Unión Europea. Y, a partir de aquí, se han disparado todas las alarmas. Pero, ¿cuánto de esto es cierto y cuánto no? Hoy les propongo abundar en ello...

Lo cierto es que lo que ha quedado decididamente roto es aquel proyecto construido a partir de los mimbres de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, o de Euratom. De los pilares con los que se gestó un acercamiento verdaderamente impensable un tiempo antes, que desembocó en algunas de las realizaciones que hoy nos son cotidianas. El euro, el espacio Schengen y mucha de la soberanía delegada en Europa por los Estados fue un camino construido paso a paso, con dificultades y retos, pero también con ilusión y mucha visión. Y ahora, con el Brexit, nada será igual. Reino Unido ha sido, es y será un peso pesado en Europa siempre, y su no pertenencia a la Unión Europea hará que, en adelante, todo sea un poco diferente.

Sin embargo, no comparto muchos de los augurios que hoy se vierten a borbotones en los medios de comunicación. Al final, habrá que crear el marco jurídico oportuno para que muchas de las cosas que hoy son de una manera no cambien, porque lo que está claro es que no van a cambiar. Reino Unido, por ejemplo, seguirá precisando personal sanitario especializado español, y si la movilidad interna no se garantiza vía pertenencia de los dos países a la Unión Europea, ya habrá otras fórmulas para que nada cambie. ¿No hay acaso españoles trabajando en Suiza, Estados Unidos o Australia? Exactamente igual que eso ocurrirá en muchos otros ámbitos de relación, sin que muchas de las profecías que algunos utilizaron en campaña electoral vayan a cumplirse. Si la Unión Europea, y particularmente España, tenía una cierta cuota de mercado con Reino Unido, esto no tiene por qué ser diferente. También comerciamos con Suiza, por poner un ejemplo, o con Noruega -miembros de la Asociación Europea de Libre Comercio-, y ninguno de ellos es parte de la Unión. Los acuerdos comerciales, los convenios bilaterales y las lógicas de cooperación entre países existen y funcionan, y todas ellas lo hacen al margen de la pertenencia a una u otra estructura concreta de participación política. De hecho el gigante chino tiene cuotas cada vez más potentes de comercio con todos los países de esta parte del globo, sin estar federado en ninguna de sus estructuras regionales ni tener visos de que esto vaya a ocurrir. En concreto, Estados Unidos trae de China casi el veinte por ciento de sus importaciones. Y es que, cuando algo interesa, surge al margen de otros planteamientos más estructurales.

Hablando de Reino Unido y de Estados Unidos, por ejemplo, son socios preferentes a nivel comercial y gozan de una relación especial, al margen de no compartir una unión política al estilo de la Unión Europea. Pero nadie dudará de la fortaleza de tal ligadura, también de índole económica. No es necesario estar en una unión política para comerciar, y así lo han demostrado las naciones desde que los fenicios se subieron a un barco para intercambiar sus productos con otras civilizaciones. La debacle augurada a Reino Unido, o incluso al conjunto de Europa, no tiene por qué producirse. El marco jurídico se adaptará, paulatinamente, a la nueva realidad. Esto no quita que haya ciertos problemas o incluso algún período transitorio, de ajuste, prueba y consolidación de nuevos términos, antes de que todo fluya. Pero ni el mundo se acabará ni nada parecido. Y, si algo se rompe, será porque alguien lo quiere, por otros intereses, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. Otra cosa son las variables psicológicas asociadas a la economía. Pero esas, ya se sabe, vienen y van?

Lo que es cierto, reitero, es que si Europa como proyecto mucho más allá de la economía estaba ya en crisis, ahora todavía mucho más. ¿Aprovecharán otros países la inercia de la salida de UK? Pues yo soy de los que se huelen que esto es posible, y eso sí que sería el inicio del fin de la Unión que conocimos. No descarten tampoco movimientos internos en el Reino Unido, que desemboquen en una cierta desmembración real de tal unión. En ese sentido ya ha habido quien se ha pronunciado en la pro-europeísta Escocia, con el fantasma de un hipotético mayor movimiento secesionista en Gales e Irlanda del Norte siempre presente...

En fin... supongo que la incertidumbre es parte de lo bonito de estar vivo, aunque a veces se lleve mal... Lo que está claro es que este subidón de la misma en la escena europea también va a tener sus consecuencias, tarde, mal y a rastro, en esta campaña electoral española que mañana mismo eclosionará en unas nuevas elecciones, y en la que hoy tañen las campanas a jornada de reflexión... Ya lo abordaremos en mejor ocasión... Por lo de pronto, reflexionen ustedes bien y... habrá mucho que hablar a partir de mañana, mucho más en clave doméstica...