Siempre me ha gustado comunicar, pero el artículo, la conferencia o el libro no son géneros a los que atienda todo el mundo. Hay otras formas de llevar todo tipo de mensajes a toda la ciudadanía de manera mucho más sentida, amable, eficiente y querida. Sobre todo querida. Fíjense, por ejemplo, en las personas que hacen de la canción su vehículo de expresión, sean cantautores o bandas. En muchas ocasiones hemos vibrado con sus mensajes, con una total asunción de los mismos por parte de sus seguidores.

Sí. A veces he mirado con cierta envidia a tales cantantes y grupos musicales. Sus mensajes, sus letras de una calidad, en ocasiones, sublime, sus músicas y su puesta en escena hacen que les sea más fácil contactar con sus coetáneos mucho más emocionalmente, con un público que se les entrega. El cronista, el articulista, el estudioso... tienen mucho más complicado seducir a sus semejantes con sus ideas. Y máxime en un país como España, en el que muchos de nuestros conciudadanos y conciudadanas afirman abiertamente no leer jamás. Y, mucho menos, una sección en la que, creo, sólo se detienen los iniciados...

Con todo, las estrellas del rock -o del pop- tienen un escenario privilegiado para contar historias y contactar intelectual y emocionalmente con otros seres humanos. David Bowie, Bruce Springsteen, Mark Knopfler, The Rolling Stones, Tina Turner, The Beatles, Elton John... Pongan aquí ustedes todos los nombres que quieran, de ayer o de hoy. Personas como ellos, con largas carreras, que nos han trasladado sus ideas, sus sentimientos y sus planteamientos vitales como nadie. Y que seguirán haciéndolo siempre a través de su obra, trascendiendo con mucho su propia vida terrenal.

Creo que los políticos de este país se han dado cuenta, en términos más o menos similares, de esto que les cuento. Y que, a partir de ahí, ni cortos ni perezosos, han apostado fuertemente por un marketing político mucho más orientado al envoltorio, a la puesta en escena y a cultivar atributos como la simpatía, la gestión de lo gestual o la comunicación virtual, mucho más que por los contenidos puros y duros de sus programas. Esto, que en cierta medida no sería ni extraño ni malo, se les ha ido un tanto de las manos. Y el problema, a mi juicio, es que algunos de ellos en particular y todos en general han convertido estas dos últimas campañas electorales en un juego de expectativas muy ligado a las redes sociales, entrando sólo muy tímidamente en el fondo de las cosas. Justo en el terreno donde se deberían haber dirimido las diferencias, a veces notables, entre unos y otros.

Que haya estrellas del rock es estupendo. Y que haya formaciones y personas que entren a la arena política, también. El problema, desde mi punto de vista, es cuando se entretejen ambas definiciones, y el éxito de una determinada propuesta, o de todas, quiere sustentarse no tanto en sus ideas para mejorar el presente y el futuro de nuestro país, sino en algo tan frívolo, vacío y puro humo como susurros en la oreja del votante, según su estado de ánimo y el momento del día, con el objeto de conquistar otro pedacito de poder. No digo que esto lo haya hecho alguien en concreto -ustedes juzgarán por sí mismos- sino que constato el hecho de que la campaña electoral es, en general y cada vez más, un conjunto de books de unas cuantas estrellas del rock.

Abogo por políticos de perfil mediático mucho más bajo. Abogo por un trabajo consistente y bien hecho, y mucho más coral, fruto de la solidez conceptual de las propuestas y de una oferta concreta a la sociedad, soberana a su vez para tomarla o dejarla, siempre con respeto, a partir de su capacidad de decisión. Y lo hago, sobre todo, por una sociedad en la que los hechos más destacables y destacados no sean las veleidades y las continuas puyas entre unos y otros, sino los verdaderos motores de la economía, la estabilidad social y el fortalecimiento de lo colectivo. La política sólo ha de ser un marco de referencia para que todo ello, lo importante, funcione de verdad y no vea truncadas sus expectativas por una inestabilidad manifiesta y una sociedad demasiado rota. El político debería ser algo así como un operario entre bambalinas, mucho más silencioso y discreto, que es capaz de influir para que se dé un marco compatible con tal estado beatífico. Lo otro, el resto, es lo que tendría que ser cada día noticia.

Pero no sé si en España no hay noticias, o que se ha torcido definitivamente el rumbo de lo que debería marcar la actualidad. El caso es que los personajes más mediáticos, al margen de los sempiternos primeros espadas del fútbol-espectáculo son los políticos, convertidos en verdaderas estrellas del rock. Y, fíjense, en este país más que en ninguna otra parte. Un indicio de que algo no hacemos bien, al margen de que haya también muchas personas de todo el arco político que abordan su trabajo con sencillez y sin hacer demasiado ruido. Pero la farándula, y esto sí que lo hemos constatado todos claramente en los últimos tiempos, va en aumento. Y, mientras, la casa sin barrer.