Ganó el PP creciendo en votos y escaños en el Congreso, aventajando más al segundo y repitiendo mayoría absoluta en el Senado. En gran medida un éxito personal de Rajoy frente a los ataques legítimos del resto de fuerzas políticas y al acoso obsesivo de muchos medios, la Sexta, Cuatro, País, Libertad Digital y otros, empeñados desde 2011 en expulsarle de la vida política y anatematizar al PP. Todo con absoluta independencia, neutralidad y objetividad probada. ¡Por supuesto! Iglesias reconoció, y le honra, unos resultados insatisfactorios y anunció un debate interno para aclarar lo ocurrido porque su sociedad con IU ha sido un fiasco y Compromís y Mareas pierden votos aunque la coalición conserva cinco millones, a corta distancia del PSOE. Iglesias renuncia a pactos de perdedores aceptando que su lugar es la oposición.

Sánchez y Rivera se explicaron con poca estatura política. Sánchez se mostró sorprendentemente satisfecho tras perder cien mil votos y cinco escaños que suma a los veinte perdidos el 20D respecto a los 110 de Rubalcaba en 2011. Sánchez con 85 diputados ni se mostró abatido ni renunció a su cargo en el partido, que es lo que debería haber hecho. En su lugar mostró su contento por haber vencido a los sondeos que pronosticaron el sorpasso, como si Metroscopia, Demoscopia o Sigma 2 hubiesen concurrido a las elecciones. Esa victoria y culpar a Iglesias por no apoyarle en la investidura fueron las pobres explicaciones de Sánchez la noche electoral. Rivera, muy original, culpó de sus 32 escaños a la ley electoral, la misma con la que el 20D obtuvo 40. A Rivera se la jugó esa noche su desmedido afán de protagonismo.

Y ahora vuelta a empezar. Rajoy quiere un gobierno estable con gran apoyo parlamentario y para ello pide al PSOE, como el 21D, incorporarse a él. Serían 222 escaños, más de los tres quintos necesarios para la reforma ordinaria de la Constitución y el 55% de los votos pese a la erosión temporal del bipartidismo. Es la gran coalición probada con buenos resultados en Europa, "no hay nada malo en la gran coalición" acaba de declarar el reconocido politólogo italiano Pasquino. Si C's retira sus infantiles vetos y se suma al acuerdo ese gobierno tendría 254 escaños, más de los dos tercios necesarios para la reforma de los grandes contenidos constitucionales y el 68% del voto. Ese gobierno podría llevar a cabo reformas importantes y consensuadas y por eso yerra Eduardo Madina cuando rechaza la coalición porque el PSOE no puede apoyar las

políticas antisociales del PP. Es justo lo contrario, la coalición resultaría utilísima para corregirlas desde el gobierno pero los socialistas la rechazan porque están en otra cosa. La aritmética dice que PP, C's y Cc suman 170 escaños y ni siquiera con los 5 del PNV, un imposible hoy por hoy, Rajoy tendría la mayoría absoluta de 176 en la primera vuelta, ni en la segunda si votan en contra los 175 diputados de PSOE, Podemos, ERC, CDC y Bildu. En esa circunstancia se iría a las terceras elecciones y para evitarlas el PSOE facilitaría con la abstención de un grupo de diputados la investidura de Rajoy pero ¿con qué intención? Con la de dificultar considerablemente la tarea de un gobierno del PP sin mayoría apoyado por el tornadizo Rivera y acosado a diario por el propio PSOE, Podemos y nacionalistas. Un calvario para Rajoy del que los socialistas, frotándose las manos, piensan sacar réditos desde el primer día y hasta conseguir que renuncie cuanto antes o disuelva un año más tarde. A la dirección del PSOE le puede el sectarismo y la falta de sentido de Estado. Ojalá me desmienta el comité federal y decida con altura de miras.