De momento, querida Laila, la llamada vieja política sigue ganando o predominando. Así se ha visto en los acuerdos explícitos y bajo cuerda para constituir la Mesa del Congreso, que sirve para gobernar el legislativo. Recuerdo que cuando en la pasada legislatura Pablo Iglesias se encontró con Celia Villalobos en el Congreso, ésta le espetó: "Bienvenido a la casta", dejando claro que para la, por aquel entonces, atrabiliaria vicepresidenta del Congreso participar en la política institucional solo se puede hacer desde esa casta tan denostada en la calle. No sé si se puede decir que Pablo Iglesias ha sido abducido ya por la casta pero, desde luego, Albert Rivera, el otro representante de la presunta nueva política, ha sido capturado con armas y bagajes sin ninguna duda. Albert Rivera fue llamado a cruzar el Ebro cuando, desde los poderes económicos, se reclamó un Podemos de derechas y el de Ciudadanos asumió el papel con la bandera de la regeneración democrática y con los gestos de la nueva política, pero él sabía muy bien que el objetivo de la operación era evitar que la vieja derecha española perdiese el poder, carcomida como estaba por la corrupción y el fracaso político. Y este papel lo está cumpliendo efectivamente y siempre supo quién era realmente su enemigo, como se demostró en su intento vigente por atraer al PSOE a la gran coalición y vetar cualquier acuerdo con Podemos. En la mini-legislatura pasada fracasó parcialmente en su intento, pero se alzó como ariete contra Podemos acusándolo de todo y muy especialmente de buscar solo sillas y poder. En ésta es él quien se pliega al PP haciéndose con dos sillas de la mesa que, con sus votos, no podría alcanzar. Allá va, barranco abajo, la deshilachada bandera de la tan cacareada regeneración democrática y ahí está Ciudadanos ocupando sus dos sillones en la Real Academia de la Casta. Ni siquiera le importó que los, para él, diabólicos votos de los separatistas sirviesen como cordón de seguridad, al menos, para el éxito de la operación. Una Mesa del Congreso que podría estar presidida y condicionada por la izquierda y la nueva política, está hora en manos de la derecha más añeja, que será una verdadera apisonadora en las Cortes si le sumamos su mayoría absoluta en el Senado. Cabe esperar, por tanto, que las tragaderas de Ciudadanos llegarán a donde tengan que llegar. De momento ha tragado ya con Rajoy, al que ofrecen lo que llaman un "abstención técnica" en la segunda votación de la investidura. Oferta muy difícil de entender si no es un paso para la entrega total, que será un sí e incluso la participación en un Gobierno que intentará de nuevo que traguemos lo intragable. De donde se deduce que la derecha puede dividirse y confrontarse pero siempre parece capaz de pactar y acordar si es el poder lo que está en juego.

Mientras tanto, amiga mía, las variadas y múltiples izquierdas debaten y se baten entre la lucha por el poder y, parece, el temor a obtenerlo. La vieja izquierda sigue siendo incapaz de superar su ya secular división y parece preferir una derecha conocida que una nueva izquierda por conocer que le resulta inquietante, que los desasosiega. Los loables intentos de Alberto Garzón por soldar la vieja y la nueva izquierda han obtenido muy magros resultados, no ya con los exsocialdemócratas sino en sus propias filas, lo que revela que las formaciones políticas de la izquierda van muy por detrás de las exigencias y demandas de los ciudadanos que los aguantan, los apoyan y son su fuerza y esperanza. Hay dos lecciones esenciales que aprender: que las cosas llevan su tiempo y que la unidad es la fuerza imprescindible que ha de fraguarse en la calle, si no quieres que te aduzca la casta.

Un beso.

Andrés