El próximo 25 de septiembre Galicia tiene una cita con las urnas. Otra vez, pero ahora es cosa distinta. Toca renovar el Parlamento de Galicia y el gobierno autonómico. Hasta aquí nada nuevo, cada cuatro años, más o menos se abren ventanas y puertas en O Hórreo y se hace limpieza general. La verdad es que en la mayoría de las ocasiones fue para que todo siguiera igual, apenas cambiaban nombres de algunos diputados, mayormente irrelevantes y punto. La novedad, en esta ocasión, consiste en dos cuestiones no menores: de una parte, el deteriorado ambiente político nacional y la ausencia de una alternativa clara al gobierno Popular. La primera cuestión tendrá su influencia, Galicia mirará a Madrid de reojo temerosa de que aquí pueda producirse un juego revuelto parecido al de San Jerónimo, cosa no deseada por nadie con sentido común y la segunda pesará como una losa en las espaldas de todos los partidos de la oposición.

Feijóo tendrá que inventarse a su adversario. Los otros candidatos llegan malheridos antes de iniciar la contienda electoral. Más que iniciar la batalla parecen volver derrotados de antemano. Ninguno está en posición de luchar por la presidencia xunteira, es más, hay formaciones que no tienen candidato ni candidaturas, envueltos todos ellos en luchas cainitas internas que los desangran aún antes de haber cargado sus armas. Todos saben que no pueden ganar a Feijóo y su lucha pasa por ser el más votado de la oposición a la espera de que la suma no le salga al presidente actual y poder liderar así una amalgama de siglas de cuatro o cinco partidos para conformar una chapuza política de corto recorrido que le arrebate al PP el bastón de mando. Si el bipartito salió trasquilado, un cuatri o quintopartito sería un desastre para Galicia. Por eso Feijóo tiene que acertar en la elección de su adversario y lo tiene difícil para elegir entre lo que hay y lo que está por llegar. En realidad, Feijóo será su propio adversario. Él tendrá que defender su gestión y convencer a los electores de que frente a él no hay nada más que incertidumbres y reinos de taifas. Sabe el presidente que su éxito pasa por convencer a los no envueltos en la bandera del PP de que su oferta es la mejor para todos y que Galicia necesita estabilidad. Dejar que Galicia se convierta en un laboratorio de pruebas y experimentos políticos sería un paso atrás de consecuencias incalculables. Pero esta carencia de adversario no debe equivocar al equipo del presidente; que la debilidad de los adversarios no sea interpretada con prepotencia por los populares y que los electores les puedan aplicar una cura de humildad. Nunca estuvo bien visto por el público que el ganador de un combate le aseste golpes al adversario cuando ya está sobre la lona. Debe ser una campaña didáctica, sacando brillo a sus aciertos y proponiendo en positivo un futuro alejado de confrontaciones partidarias y centrado en el bienestar de todos los gallegos, sean o no del Partido Popular. Habrá cerca de Feijóo algún meritorio que le anime con entusiasmo a destrozar a sus adversarios, a demostrar que es el mejor a costa de sus débiles contrincantes, a utilizar una superioridad moral respecto a los que quieren moverle el sillón. Feijóo debe saber aplacar a sus huestes y contagiarles la prudencia de la que él ha hecho gala en tantas ocasiones. Será bueno que insista en que nadie pierda su voto regalándoselo a fuerzas que llegaron con fuerza y se diluyen como azucarillos en el tiempo. Más de 100.000 votos no sirvieron para nada en las últimas generales.

Quizá ese sea el río donde Feijóo debe buscar su pesca. Muchos gallegos y gallegas valorarán lo bueno y lo malo del presidente para decidir su voto, pondrán en la balanza su gestión y compararán lo que otros prometan para confirmarle su voto, también en esto gana el candidato Feijóo porque frente a él todo es una incógnita, quién puede presidir un quintopartito, con qué programa gobernaría, cómo podría trocearse el gobierno gallego para atender los intereses de todos; en definitiva, una desfeita que no gusta ni a sus adversarios. Tampoco, como decía al principio, le viene mal al actual presidente lo que viene sucediendo en Madrid. Los partidos que tienen bloqueada la formación de un Gobierno han mermado su credibilidad y nos acercan a unas terceras elecciones que ningún ciudadano desea. Es posible que Galicia sea donde se aprecie con más nitidez el castigo que los electores le aplicarán a los pescadores en río revuelto porque nosotros tenemos muy claro si subimos o bajamos y quizás sean ellos los que no sepan en qué parada los vamos a apear, pero los apearemos. Feijóo solo tiene un adversario en 25-S y es él mismo. Que se entere él y su equipo y que nadie le ayude a equivocarse. Es solo Feijóo contra Feijóo.