La fiesta que cada año celebramos entre amigos el 25 de julio se ha convertido, querida Laila, en una tradición. De hecho el origen de la celebración hunde sus raíces en la fiesta familiar de nuestros anfitriones, fiesta que la mater familias, cada verano, preparaba con gran ilusión y riguroso esmero. Este año éramos ya unos cincuenta porque, del tronco primigenio de amistad, se generan ramas y brotes que van configurando un árbol como el Ginkgo biloba, plantado en el jardín. El árbol de la longevidad, fuerte y de crecimiento lento. Fue una verdadera eutrapelia. Ya sabes, querida, que a mí esta palabra me gusta mucho en su sentido literal y originario de broma cordial y amable en su primera acepción griega. Luego la historia, la vida o lo que sea generan la polisemia unas veces para bien y otras para mal. Esto pasó con eutrapelia desde su mismo nacimiento. Los traductores de la carta paulina a los efesios escogieron la peor acepción de la palabra que, por cierto y según creo, no vuelve a aparecer en la Biblia. Me pega que a Francisco Ayala, que de palabras sabía lo suyo, también le gustaba eutrapelia en su sentido de divertimento, de conversación aguda y con buen humor. De hecho buscaba esto cuando asistió a una de aquellas habituales tertulias literarias, pero se encontró con Gómez de la Serna que, con sus groserías y torpes burlas, a costa del mendigo Pirandello, provocó la repulsa e incluso la ira de Ayala y que, al contarlo, describe la situación como de "eutrapelia forzada". Eutrapelia es la diversión aguda, inteligente y agradable con la palabra y la conversación. Vendría a ser lo que llamamos coloquialmente "echarse unas risas". Tiene, pues, la palabra un sentido limpio y profundamente hedonista porque busca el placer más genuino excluyendo las aristas de cualquier dolor o de cualquier miedo. A este sentido epicúreo de la fiesta han contribuido de forma muy notable y especial las amigas y amigos que forman Vatapá Quinteto, este grupo de Vigo que hace eutrapelia rítmica y melódica en el universo de Jazz y por los vericuetos del blues, el soul, el swing o la bossa nova. Tiene nombre de un sabroso plato de Bahía con textura de crema, que suele acompañar al acarajé. Gozan y hacen gozar interpretando porque en cada actuación se divierten y resulta una entrañable y sensual conversación sobre el placer, la alegría y la belleza. Incluso en un concierto como éste, que parecía informal y era "entre amigos", expresión estaque tantas veces se deturpa como pretexto justificador de lo impropio. Como grupo son muy nuevos y muy buenos. La cosa empezó hace un par de años cuando Antón Casal, el líder del grupo, y Bea Míguez formaron un dúo que marcó el inicio de la experiencia, hasta el punto de que las preferencias musicales de Antón y, sobre todo, la textura y tesitura de la voz cálida y sugerente de Bea determinaron el género musical que decidieron abrazar. Muy pronto se sumó al dúo Javier Bujan, mago de la percusión, que se hizo cargo del pulso, del movimiento y del tiempo. Tras él llegó Marta Sancho con su clarinete y su virtuosismo, al tiempo preciso y lúdico, muy bien asentado sobre una densa formación académica como lo es la de la última incorporación: el contrabajista cubano Óscar Rodríguez, también virtuoso, que imprime densidad y empaque al conjunto, al tiempo que aporta esa frescura y alegría tan cubana, aparentemente paradójica con la honda gravedad del instrumento que tañe.

Dar el día es una expresión con connotación negativa como, en casos, eutrapelia. Pues bien, querida, nuestra fiesta fue la más divertida, ingeniosa y aguda eutrapelia y Vatapá nos dio el día, un día cargado de gozo, belleza y de estimulantes sensaciones.

Un beso.

Andrés