Al día siguiente de las elecciones del 26-J Sánchez afirmó rotundo que no habría terceras elecciones, al día siguiente insistió en su no a la investidura de Rajoy o a la de cualquier otro del PP y, en cambio, no ha sido nada explícito en lo tocante a explorar la tercera posibilidad, esperar al fracaso de Rajoy para dar el paso adelante y proponerse como candidato, esta vez sí, con posibilidades reales de éxito. Es cierto que su partido le puso tras las elecciones de diciembre una línea roja en un breve documento en el que sostenía lo siguiente: "La autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el enfrentamiento solo traerán mayor fractura a una sociedad ya de por sí divida. Son innegociables para el Partido Socialista y la renuncia a esos planteamientos es una condición indispensable (la única) para que el PSOE inicie un diálogo con el resto de formaciones políticas". Se excluían las negociaciones con Podemos, ERC y CiU y Sánchez lo respetó. La pregunta es si hoy, ocho meses después, las posiciones de esos partidos son rígidamente iguales a las que entonces sostenían y si, en consecuencia, la postura de Sánchez sigue siendo la misma. A mi juicio las cosas no son como entonces.

Por lo que toca a Podemos, el silencio clamoroso de Iglesias transmite la impresión de que hoy no iría tan deprisa y con tantas pretensiones como en enero sino que estaría dispuesto a planteamientos más humildes, menos maximalistas, porque sus resultados el 26-J fueron malos al no haber aprovechado la unidad con IU ni las pérdidas socialistas. Por otra parte la actitud posibilista de los errejonistas sigue sólida mientras que su compromiso con el referéndum en Cataluña es asunto de relativamente fácil procastinación. Vamos, que se puede dejar para cuando las condiciones sean más favorables. Podemos espera anhelante una llamada de Sánchez para lo que guste mandar, es decir, para echar a Rajoy que es lo principal. También ERC y la nueva CiU, el PDC, partido demócrata catalán, están hoy más encabritados con el PP que en enero aunque parezca imposible. La última decisión del TC tras la impugnación por el gobierno de la declaración de desconexión aprobada por el parlamento catalán, la posibilidad de sanciones políticas a altos cargos de la comunidad y la pérdida de grupo parlamentario del PDC en el Senado y el Congreso han destapado otra vez las iras del independentismo y reducido su incomunicación con el PSOE. En última instancia se trataría de reavivar el pacto del Tinel contra el PP que abrió la caja de Pandora del independentismo que campa libre sin que sepamos aún cómo volver a encerrar. Y además está Iceta ofreciendo una consulta al modo quebequés que si no colma las expectativas puede entretener las ansias. Con los votos de Podemos y socios, los independentistas, Compromís y PNV Sánchez conseguiría la mayoría absoluta. Armengol, la presidenta socialista balear, ya le ha dicho que busque esos apoyos porque de abstenerse a favor de Rajoy, ni hablar. Sánchez rechazó las terceras y facilitar el camino a Rajoy y en ello sigue contra viento y marea. La línea roja, en cambio, puede haber perdido fijeza y tono. El PSOE presume siempre de su cintura para pactar con cualquiera, menos con el PP claro, y lo ha demostrado desde 1931 muchas veces y en todos sitios. Aquí en Galicia lo hizo con el BNG y ahora Leiceaga ya ha declarado que está por la labor así que, si no lo remedian algunos diputados socialistas díscolos en el Congreso, Pachi López puede llegar a ser ministro de asuntos exteriores. ¡Dios no lo quiera!