Al cuervo largo, negro y severo, señalando con el dedo, predicando a pecadores, con sus aires superiores. Las cotorras perfumadas, astracanadas peinadas, RECIÉN COMULGADAS miran a las pájaras sentadas desde los ojos de sus caras. (Un recuerdo de los 40 años sin Cecilia, ya sin censura).

Que el ministro del Interior en funciones sigue funcionando a su aire y la olla se le sigue yendo a su ritmo, es algo que a nadie se le escapa. No sé cuántas esculturas lleva condecoradas ni las ayudas esotéricas que lleva imploradas, con la complicidad de la ministra Báñez, para solucionarnos la vida. Tenía yo un amigo extremeño que siempre contaba lo que decía el cura de su pueblo, "cuando no está de llover, mejor no sacar al santo"; el propio cura era consciente de sus limitaciones y de las de aquella imagen para atraer la lluvia necesaria, cuando no se veía ni una nube en el horizonte. Pero aunque usted no vea mejoría en sus problemas, el señor Fernández Díaz asegura en sus declaraciones en Fitur, un escaparate internacional para vender nuestra imagen como destino turístico, que "Santa Teresa estoy seguro de que en estos momentos estará siendo una importante intercesora para España en estos tiempos también recios que está atravesando", no sé qué sería de nosotros sin su excelencia y sin la gran mística.

No hace falta darle muchas vueltas para encontrar la sinrazón que mueve a don Jorge, heredero sin duda de la obsesión del dictador, aquel general bajito, por el supuesto cadáver de Teresa Ávila ya descuartizado en reliquias y ferozmente repartido entre la casa de Alba y la jerarquía carmelita. La supuesta mano izquierda, desde el 36, la conservó Franco y desde su muerte ha vuelto a Ronda.

Pero estos devotos de procesión, catecismo y sacristía no han leído a Teresa de Ávila o a Juan de Yepes ni han tratado de entender cómo son capaces de llegar a explicarnos sus éxtasis amorosos, cómo alcanzarlos gracias al cornezuelo del centeno en el pan enmohecido, único alimento de San Juan, que en los nueve primeros capítulos de Subida al Monte Carmelo insiste en la "mortificación del apetito" como paso previo hacia la unión con Dios. Una supuesta experiencia directa que nos conecta con lo trascendente, sea mística, nirvana, satori, samadhi, tao absoluto o mística sufí. No hace falta insistir en la relación entre religión y enteógenos, el origen de las religiones se encuentra en los productos que diseñaron las plantas para defenderse de los insectos. O, como dice la etimología de la palabra enteógeno ("que tiene a dios dentro"), las plantas inventaron a los dioses y los metieron dentro de una molécula.

Supongo que no será pública la dieta personal del ministro, ni cómo consigue alcanzar tan graves pensamientos que se expresan, luego, ante un auditorio público y culto como lo ocurrido días atrás en Fitur, sin mordaza que valga.