Había una expresión muy gráfica que se utilizaba en aquellos tiempos del servicio militar, ya hay quien lo echa de menos, que pretendía reflejar la indignación de algún soldado contra su mando, mayormente el sargento, que rezaba : "joróbese mi sargento, hoy no como el rancho". Y se quedaba encantado pensando lo que iba a sufrir aquel gordito sargento con el ayuno del sorcho rebelado. Ni que decir tengo que el sargento se había olvidado a los cinco minutos mientras el soldado se tiraba todo el día hablando con su estómago vacío para explicarle el sucedido. Viene esta anécdota a cuento porque la última encuesta del CIS, sobre todo para quien todavía crea en las encuestas, dice que el porcentaje de españoles dispuestos a no votar ante unas terceras elecciones crece. En una reacción visceral de los votantes más desencantados con este sainete que tenemos montado en la política nacional, muchos parecen haber decidido que no irán a las urnas si somos convocados. De verdad creo que a aquel sargento gordito y con bigote le importaba un pito si el soldado comía o no, tanto como a los políticos que usted acuda a la urna o no. Ni aquel soldado consiguió nada con su autodestructiva protesta ni los abstencionistas conseguirán nada con su gesto de cabreo. Nuestro sistema electoral no contempla valor alguno a la abstención. Aquellos que no participen serán gobernados por aquellos que otros elijan y, además, tendrán poca fuerza moral para quejarse de los resultados. La Ley Electoral española especifica que el reparto de escaños se realizará computando los votos emitidos. De tal suerte que, aunque vote solo un millón de personas y se abstengan los otros cuarenta y cuatro millones de españoles, el reparto de escaños se hará con toda normalidad entre los partidos que hayan superado, en su circunscripción, el cinco por ciento de los votos emitidos.

Por lo escrito hasta aquí, no parece aconsejable la postura de lavarse las manos y dejar que sean otros los que decidan por ti. Aún con el hartazgo, el cabreo y el desprecio que muchos sentimos por la actitud de nuestros políticos, es imprescindible ir a votar. Creo, sin embargo, que, de producirse una nueva votación, todos hemos de dedicarle unos minutos a pensar, a reflexionar seriamente sobre el sentido de nuestro sufragio. Porque un voto si puede cambiar las cosas, mientras una abstención nunca cambiará nada. Bueno sería que algún partido llevara en su programa la reforma de la Ley Electoral y que de alguna manera se recogiera un mínimo porcentaje de votación exigible para dar validez a los resultados. Imaginemos una votación que no superara el cincuenta por ciento de participación, ¿sería razonable invalidar esos comicios? Yo no lo sé, pero entonces la abstención tendría un valor que ahora no tiene. Toca pensar a todos, a los políticos, a los ciudadanos y también a los medios de comunicación. Su influencia y su responsabilidad con la sociedad deben hacerles reflexionar sobre la calidad de su información. Sobre las encuestas que publican tan alegremente y que tanto pueden influir en la creación de opinión entre el cuerpo electoral. Pero, dicho esto, creo firmemente que es el tiempo de la verdad, de toda la verdad. De que cada partido aclare su posición sobre con quien va a pactar o no, o lo que es lo mismo, darles a los votantes la información real de a quién y para qué están otorgando su voto. Porque al final, queridos lectores, las elecciones se repiten en función del voto emitido por nosotros. Si nos parecen muchas tres elecciones que no nos parecerán cuatro o cinco, o las que sean. Los votantes, que no los abstencionistas, somos los únicos responsables del resultado final de unas elecciones. Quizás todo este lío tenga una parte positiva y sería que todos tomáramos conciencia de la importancia de nuestro voto y lo ejerciéramos con mayor responsabilidad. No deseo unas terceras elecciones, pero tampoco les daré la espalda. No perderé mi derecho a votar. ¡Que poco valor le damos! Y no me dejaré embaucar por aquellos que desde la irresponsabilidad prometen todo aquello que creen que nos gusta escuchar. Digo aquí y ahora : "joróbense señores políticos, yo si que voto". Y les aseguro que eso les preocupa mucho más a ellos que al sargento puñetero el ayuno del soldado.