Qué sensación tan extraña; tras dos elecciones consecutivas que, de momento, no han servido para nada en la medida de que no han producido un ejecutivo, que es para lo que votamos, somos llamados de nuevo a las urnas, en este caso para elecciones autonómicas, pero con la amenaza creciente de tener que votar por tercera vez a nivel nacional. Son muchas las personas que dicen estar hartas de los políticos y son muchos también los ciudadanos que anuncian su abstención en caso de ser citados a unas terceras elecciones. Es natural, la percepción ciudadana es que su voto no vale para nada y si a eso le añadimos la fecha en la que se celebrarían esas indeseadas terceras elecciones, el 25 de diciembre, la cosa no pinta bien para que las urnas rebosen de votos. Ahora los gallegos hemos de intentar sustraernos de esa situación a nivel de España para centrarnos en nuestra tierra y asumir el compromiso que con ella tenemos. Darle la espalda a Galicia sería injusto y un gran error porque vaya usted a votar o no, se elegirá un parlamento que representará a todos los gallegos. Como no estoy dispuesto a que otros decidan por mí, asistiré a las urnas el 25 de septiembre. Y, a partir de aquí, empieza el análisis para ver a quién quiero y debo votar. De un lado, un candidato a la reelección que quiere presidir Galicia por tercera vez encabezando el proyecto del Partido Popular. Alberto Núñez Feijóo ha presidido la Xunta de Galicia con aciertos y errores, con algunas promesas incumplidas, pero capeando un fuerte temporal que en forma de crisis nos ha azotado a todos. En una medida más que aceptable y teniendo en cuenta las adversidades, se han mantenido los servicios públicos y el gasto social, sin alegrías, porque la situación era y es aún complicada. El cuidado de las cuentas y el control del déficit han superado con nota la media que otras comunidades no han sabido cumplir. Galicia ha permanecido bastante al margen de la mancha de la corrupción y en los casos que se han producido la reacción de Feijóo ha sido apartar al corrupto con diligencia. Veamos ahora lo que puede ser la única alternativa al presidente Feijóo. Se trataría de un acuerdo entre varios partidos. No podré recordarlos todos pero, a groso modo, estaríamos hablando de: Partido Socialista, Bloque, Anova, Izquierda Unida, Mareas varias, Ecologistas, Podemos, etc., etc. Los socialistas enfrentados entre sí, no cuentan con la ayuda de su gran baluarte gallego, el alcalde Caballero que denuncia que su propio partido da la espalda a su ciudad, Vigo. Igual que los socialistas ourensanos a los que tampoco satisfacen las listas de Leiceaga. Podríamos decir que el Partido Socialista está más partido que nunca. Los de Podemos tampoco presentan unidad de criterio y sus siglas están desaparecidas, se las llevó la marea y algunos sectores del partido amenazan con denuncias en el juzgado. El Bloque, o lo que queda de él, está buscando su espacio que, como a Manolo Escobar, se lo robaron mientras dormía. Y claro, visto lo visto, somos muchos los que pensamos: Virgencita que me quede como estoy. Dejar a Galicia en manos de un multipartito que no tiene un candidato común, ni un programa común, ni nada de nada en común, será cuando menos irresponsable. Más allá de los méritos de Feijóo, que los tiene, lo que sucede es que lo que se ve enfrente de él da pánico y podría suponer una parálisis para Galicia que nos empobrecería en un futuro inmediato. He sido crítico con algunas decisiones xunteiras que afectaban a mi ciudad, ahí están las hemerotecas, pero en estos comicios autonómicos no tengo duda alguna. No perderé mi voto en opciones que toman a Galicia por un laboratorio de experimentación política y que por muy bonito que sea su embalaje, dentro no tienen nada más que una cara amable de alguien que ya ha demostrado que lo que pase en Galicia le trae sin cuidado. No, no perderé mi voto de ninguna manera porque soy responsable y pienso en el futuro de mis hijos. El sabio pueblo gallego, el próximo 25 de septiembre, tendrá muy presente aquello de: "Virgencita virgencita...".