Las fiestas, con sus capítulos interminables, tocan a su fin y, de nuevo, se vuelve a la expansión abrochada que permite el almanaque laboral. Se acabó la proliferación de esa especie agosteña, que representa el pregonero oficial de festejos. Su sociología debiera ser estudiada. A veces, su elección responde al pago de réditos no catalogables, en otras, van complacencias políticas y, en menos escala, a merecimientos propios. Quienes se prestan a estas servidumbres, y completan todo lo que se mueve a su alrededor, viven ilusiones que tardan en desvanecerse o, lo que es peor, pueden creerse poseedores de más laurel que las castañas cocidas. El formato que se desarrolla en La Coruña, debiera repensarse. A la plaza de María Pita, escenario donde tienen lugar estas representaciones, lo que menos prima es escuchar al pregonero. El público acude más al reclamo de la charanga que a la disertación del orador quien, sin haber calado en la fibra local, su discurso suele ser un conjunto de generalidades. La frustración de no ser escuchado llega más al sobaco que al corazón del pregonero que, considerándose protagonista, pasa a ser comparsa de la fiesta. La fachada municipal que preside, es un espacio histórico que debiera ser más respetado. Hubo alcaldes que la convirtieron en un calandrajo, otros la adornaron con "gitanillas" (rosas moradescas); el actual, la cubre de pancartas. El Palacio Municipal, con sus torreones exóticos, desconcertantes, merece la belleza de su desnudez. Hagamos nuestra la frase de Chesterton: "La realidad tiene cosas que no se parecen a ninguna otra; no conviene tocarlas": la filosofía arquitectónica es precisa: "Una obra de arte es, ante todo, un edificio bien construido". No es saludable disfrazarlo.

Otrosidigo

En las emisiones deportivas de carácter nacional ha comenzado el reacomodo. De la Morena se va de la SER a Onda Cero, Castaño (el sobrino) ocupa en la COPE la sesión nocturna y uno de los Manolos, Carrasco, pasa al Larguero de la SER. Lo llamativo es el circuito seguido por Segurola. Del AS al Marca y del Marca al As. Todos los citados pertenecen, originalmente, a la misma factoría. Es decir, seguimos lo mismo con los mismos.