Es del todo incorrecta la hipótesis de que sus señorías los diputados en Cortes no existen. Vaya si existen; en la legislatura anterior, inútil a todos los efectos imaginables, sus señorías se gastaron más de 700.000 euros en viajes. Durante los cuatro meses en que fueron incapaces de lograr la investidura jamás alcanzada o de aprobar una ley, una sola al menos. Eso sí, viajar, viajaron. A Tokio, Montevideo o Ulan Bator (no cometamos el error de emplear la locución proverbial que dice "sin ir más lejos", que apenas hay destinos más apartados). Es de imaginar que llevarían a cabo en todos esos lugares tareas de alta importancia para el Estado, habida cuenta de que tener un Gobierno que pueda tramitar los Presupuestos Generales del Estado es un cometido banal donde los haya. Pero lo mejor de todo es que, con las Cortes ya disueltas, sus señorías fueron hasta Albania para asistir a la sesión de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN y a Jordania para participar en el Foro Global de Mujeres Parlamentarias.

Ahora, con la nueva legislatura ya en marcha aunque sin visos algunos de que esta vez se tomen sus señorías su trabajo en serio entre viaje y viaje, salta la noticia de que sí que va a haber algo que salga del Congreso. Se trata de la reforma de la ley electoral destinada a acortar la campaña electoral con la que se nos amenaza, para que las nuevas elecciones sean antes del 25 de diciembre, fecha en la que, por tradición, se viaja poco como no sea para volver a casa. Dicen que ese cambio se podría conseguir en cosa de dos semanas; un plazo de celeridad tan pasmosa que obliga a pensar que, cuando quieren, sus señorías trabajan.

Esa conclusión lleva a entender que si las Cortes no aprueban otras reformas de mayor calado para poder evitarnos no ya las elecciones en Navidad sino el día de la marmota permanente, es porque sus señorías no quieren trabajar. Son muchas las soluciones que cabría montar en un santiamén: desde la que varias veces he sugerido de prohibir que los cabezas de lista repitan tras una legislatura en la que no se logra Gobierno alguno, al procedimiento imperante en todos aquellos países en los que el presidente se elige de forma directa por los ciudadanos y gobierna el que más votos saca aunque sea con el Congreso, el Senado e incluso el Vaticano en contra llegado el caso.

Cualquiera de esas reformas resolvería el problema de realizar elecciones tras elecciones con los mismos o parecidos resultados. Es decir, con un gasto brutal entre sueldos, dietas y viajes para nada, porque las Cortes no han hecho en la anterior legislatura nada más que irse a dar una vuelta por esos pagos. Si estuviésemos hablando de una multinacional, o incluso de una empresa familiar, es fácil suponer donde iban a terminar sus señorías, ya sean asentadas o trashumantes. Pero no: con la pólvora del rey se hacen milagros en lugares tan remotos como Uruguay, Japón o Albania.