Hacienda recaudó en Galicia en los siete primeros meses de este año 3.375 millones de euros, un 3,5% más que en el mismo periodo de 2015. Este aumento de la recaudación está sustentado fundamentalmente en el IVA, es decir el impuesto al consumo, que aumentó un 18% mientras que los ingresos provenientes del impuesto de Sociedades, la tasa que grava el beneficio empresarial, cayó un 88% en la comunidad.

La radiografía fiscal de Galicia en lo que va de año no solo desvela que la recaudación se ha salvado en la comunidad con el aumento del consumo de los gallegos, sino que en la balanza de aportaciones a ese logro de la comunidad autónoma sobresale el esfuerzo impositivo de los coruñeses.

Los datos son rotundos. La recaudación del IVA ha pasado de los 1.300 millones ingresados por Hacienda entre enero y agosto de 2015 a los 1.535 de 2016. Y el peso de A Coruña en esa evolución es decisivo. La provincia genera un 57% de ese volumen, 902 millones de euros que además mejoran este año un 35% la recaudación de los siete primeros meses de 2015.

A Coruña es de hecho la provincia que experimenta un mayor crecimiento del consumo en este 2016, al pasar de los 668 millones del ejercicio pasado a los 902 de éste. Los ingresos por IVA mejoran también en Pontevedra, pero solo un 7%. Los centros recaudadores de Vigo y Pontevedra suman 445 millones, menos de la mitad que A Coruña.

Más débil aún están los ingresos por IVA de Lugo y Ourense, que generan nueve veces menos que la provincia coruñesa. En la primera dejó 95 millones de euros hasta julio, un 16% menos que el año pasado. La provincia interior reduce un 10% sus ingresos por el impuesto sobre el consumo y cierra el ranking gallego, con 92 millones.

Esta tasa y el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) son el sostén del sistema tributario. Hacienda obtiene con ellos el 92% de los ingresos totales que recoge en Galicia. Pero el único impuesto que incrementa su aportación a las arcas del Estado desde el inicio de este año es el IVA, la versión en impuestos de lo que supone la demanda interna, el consumo de hogares y empresas, al Producto Interior Bruto, que crece con cierto vigor a pesar de la parálisis política.

La tasa sobre el consumo genera un 45% de la recaudación tributaria total en Galicia, algo menos que el IRPF, que deja otro 47%. El impuesto sobre rentas y salarios acumula en la comunidad unos ingresos de 1.590 millones hasta julio, un 2,1% inferiores a los de 2015. En el IRPF es todavía mayor el peso de A Coruña, que aporta un del 58% del total, con 927 millones en recaudación. Pontevedra aporta menos de la mitad que A Coruña, 428 millones que suponen un 27% del total en Galicia.

Pero aquí hay que detenerse en un inquietante dato. Pese a ser el motor recaudador del IRPF, A Coruña registra en estos siete primeros meses del año una mayor caída en la recaudación de este impuesto, un 2%, que la que obtiene Pontevedra, un 0,40%. Esto evidencia que la recuperación del empleo está siendo más vigorosa en el sur gallego.

Hay que preguntarse, a la luz de estos datos, si el mayoritario esfuerzo tributario de los coruñeses está obteniendo un justo y equilibrado retorno inversor de las administraciones, en especial la autonómica, que salva la balanza fiscal gracias al motor del consumo de la provincia coruñesa, focalizado sobre todo en el área metropolitana y la ciudad de A Coruña.

En el área coruñesa hay en este momento importantes infraestructuras pendientes cuyos proyectos se vienen arrastrando desde hace años y que no acaban de situarse en una hoja de ruta que permite vislumbrar su próxima realidad.

Es el caso de la regeneración de la ría de O Burgo, la puesta en funcionamiento de un sistema de navegación para el aeropuerto de Alvedro que evite los desvíos de vuelos con mal tiempo, la conexión de la tercera ronda con la AP-9, la ampliación de Alfonso Molina, la dotación de una línea de ferrocarril de cercanías que integre el área metropolitana y la conecte con la ciudad o la estación intermodal que unifique la red de transportes.

Estas actuaciones, que situarían a la Gran Coruña en los estándares europeos de calidad de vida, precisan de un empuje que se demora demasiado. El mayoritario esfuerzo tributario coruñés que, según demuestran los últimos datos de Hacienda, resulta decisivo para que la balanza fiscal gallega no se venga abajo, merece un justo y generoso retorno inversor en esas claves aspiraciones.

Permitir que infraestructuras de primer orden para el progreso de A Coruña se duerman en el limbo no solo ensombrecen el horizonte el área que alberga el motor económico de Galicia, como revela el preocupante dato de la bajada de ingresos por IRPF en detrimento de otras zonas gallegas, sino que al frenar el despegue del gran feudo recaudador en la comunidad, es como dispararse en el pie.