No cabía un alfiler en el coso taurino de Pontevedra con motivo del mitin del PP celebrado el pasado viernes. Se habla de 12.000 personas en la plaza de los Lozanos, y que se quedaron fuera, como si torease José Tomás, otras 2.000. El presidente en funciones del Gobierno se deshizo en elogios hacia Núñez Feijóo, acaso como reparación al flaco favor que le hizo el affaire Soria, caso que le pudo hacer mucha pupa al candidato pepero a la Xunta. Y a saber si no se lo hace, pues la encuesta del CIS, tan favorable para los conservadores, debió elaborarse antes de la inoportunidad de la designación para el Banco Mundial del exministro canario. No extraña por tanto, el manifiesto cabreo del presidente en funciones de la comunidad autónoma gallega. Curiosamente, otro destacado miembro del partido conservador, de los primeros en protestar por la citada designación gubernamental, la vicepresidenta del Parlamento de Castilla y León, remachó el flaco favor de don Mariano escandalizando a todo el personal por razones supuestamente etílicas que le han llevado a la dimisión. Amén de triplicar la cota prohibida de alcohol, parece que ha sido también denunciada por denegación de auxilio, y que el juzgado de Toro ha abierto diligencias por ello. Está claro que en el Partido Popular no pueden meter más la pata ni aunque se lo propongan. A ver cuál es el próximo patinazo.

Hay quienes piensan que Rajoy es un personaje mefistofélico, que quiere frenar a Feijóo con artimañas como la del nombramiento de Soria, para que el político gallego no sueñe con la Moncloa. Sería demasié, pero no olvidemos la anécdota de Churchill al mostrar el Parlamento de Westmister a unos amigos americanos. Les indicó dónde se sentaba su partido y, en las bancadas opuestas, los laboristas. Uno de los visitantes le dijo: "Así que enfrente se sientan sus enemigos". Sir Winston contestó: "Mis enemigos se sientan aquí, los del otro lado son mis rivales".