Núñez Feijóo, a lo largo de la campaña electoral, ha vuelto a enseñorearse del ambiente. En el debate televisivo, con el resto de los candidatos demostró con tono expresivo apropiado, ser el personaje más sólido y capacitado para continuar en San Caetano. En sus apariciones públicas, el titular de la Xunta suele remarcar con datos contrastados que la "progresía", las llamadas "fuerzas del cambio", no poseen la exclusiva de la solidaridad y que la contumacia nacionalista en construir una identidad, solo tiene cabida en su imaginación. A pocos días, las urnas darán el golletazo final, porque los patinazos de la sociología electoral son tan frecuentes como las explicaciones, a posteriori, de no haberse cumplido sus vaticinios. George Lakoff, profesor de la Universidad de Berkeley, investigador de lingüística cognitiva aplicada a la educación y a la cultura, que orientó al PSOE en las elecciones generales de hace un lustro, señala: "A los progresistas no les gusta reivindicar la patria", afirmación que concuerda con lo expresado, con mucha anterioridad, por Pío Baroja: "todos los pueblos que retroceden en la historia quieren convertirse en regiones separadas". Retroceder es lo que se atisba en los planteamientos utópicos de determinados grupos de izquierda, en su embestida contra Feijóo que, pese a estar convencidos de una posible derrota, buscan establecer una coalición que les lleve al gobierno autonómico. Recordar al bipartito PSOE-BNG, que nos viene a la memoria, entre otras ocurrencias, nos brindó las galescolas, las muñecas parlantes, las lápidas en gallego (lo de los números no pudo ser) o programas como Quérote, sobre los peligros de la masturbación brusca. Es decir, en lugar de acudir a la ilustración, los "progresistas" intentaron recuperar la denominada "cultura popular" o de masas. Socialistas y nacionalistas parecen haber olvidado tales andanzas gubernamentales. Lo curioso es que pretenden que las olvidemos los demás.

Otrosidigo

Este verano recorrieron Galicia, en todas las direcciones, numerosos trenes turísticos que permitieron a sus viajeros contemplar paisajes únicos, vestigios arqueológicos celtas y tesoros arquitectónicos de singular valor. Como contraste, se mantiene la antigualla del ferrocarril da Ferrol sin que nadie lo modernice. Baste decir que, desde La Coruña a la ciudad departamental -55 kilómetros- el tren invierte hora y media. A Santiago -70 kilómetros- aproximadamente 20 minutos. Ustedes mismos.