Como es sabido, las tradiciones vienen a ser la sucesión de actos y costumbres que se transmiten de generación en generación. Los populistas suelen identificarlas con lo arcaico y, de manera perversa, las consideran excluidas de la senda del progreso. Lo cierto es que, modernidad y progreso bien mezclados son la esencia del propio progreso. Galicia, pueblo antiguo, cuida sus tradiciones populares, fiel a sus convicciones y creencias, y suele participar mayoritariamente en sus conmemoraciones seculares, confirmando así su ancestral raigambre en el pasado. Ser tradicional, repetimos, no es incompatible con el progreso ni con el cambio, porque los anclajes históricos evitan que cualquier actuación, personal o colectiva, pueda resultar vacía. Incluso en las revoluciones más radicales, tradicionalmente, se ha respetado el Derecho vencido. En los últimos tiempos, en los ayuntamientos titulados del "cambio", predomina una corriente anticlerical, para cuyos gobernantes lo revolucionario es pasarle la lendrera casposa a los curas. Se trata de arrumbar antiguas tradiciones, convirtiendo las fiestas pascuales en unas "navidades laicas", mortecinas, desprovistas de símbolos y villancicos, cuya versión vernácula panxoliñas, no puede ser reemplazada por ráfagas de coprolalia progresista. Aquí, en nuestra ciudad, será una nueva forma del coruñesismo "progre", que no se explica porque quiénes lo proponen desconocen que La Coruña, en su historia, ha sido siempre enemiga del vasallaje. Este "coruñesismo", con el alcaloide de populismo, pretende ser el telón de fondo de la contraprogramación de nuestras tradiciones más familiares, y nos haga olvidar la densidad de naderías que venimos contemplando.

Otrosidigo

Si se confirma que la Audiencia Provincial ocupará mayormente el edificio de la Fábrica de Tabacos, preguntamos ¿seguirán en su habitual ubicación los Juzgados de lo Social en Matogrande, los de lo Contencioso en la calle de Monforte o el Togado Militar en la Ciudad Vieja?.