Los gallegos deciden hoy a quién le otorgan su confianza para gobernar la comunidad durante cuatro años que se presumen claves para enfilar de una vez una firme recuperación económica que deje atrás los estragos de una larga y devastadora crisis.

Los 193.000 desempleados que registra Galicia son de lejos la principal preocupación de los encuestados por la consultora Einvenio para LA OPINIÓN. Ocho de cada diez gallegos apuntan al paro como el principal problema de Galicia. El propio Feijóo lo reconoció durante el debate electoral televisivo a cinco, en el que pese a matizar que las estadísticas de contratación habían repuntado levemente desde la anterior cita con las urnas en 2012, las cifras de parados siguen siendo demasiado elevadas.

Casi una tercera parte de los gallegos ve mal el estado de su economía, frente a un 17% que cree que marcha bien, según esa misma encuesta. El desempleo (82%), la sanidad (22%), la corrupción (19%) y la educación (15%) son por este orden las cuestiones en las que los gallegos ven una clara necesidad de mejora en la próxima legislatura autonómica. La falta de oportunidades y expectativas a la que se enfrentan los jóvenes en Galicia es también otra de las preocupaciones destacadas en las conclusiones de la encuesta de Einvenio.

Un reciente informe publicado por este periódico revelaba precisamente que las últimas estadísticas sociales revelaban que el paro está empujando en los últimos tiempos a vecinos de la ciudad de A Coruña a trasladarse al interior de la provincia para aprender a trabajar la tierra e intentar salir adelante.

Así pues, gane quien gane hoy en las urnas, estos son los deberes que los gallegos y los coruñeses exigen a quienes tomen las riendas del Gobierno autonómico tras los comicios.

Desde el punto de vista de la trascendencia política, la mayoría de las encuestas apuntan a que Alberto Núñez Feijóo refrendará una nueva mayoría absoluta al frente del PP, la tercera consecutiva, si bien sus rivales aluden a síntomas que apuntan en otra dirección en la campaña y recuerdan el fiasco de los últimos sondeos electorales. El PP podría mantenerse al frente de la Xunta aún en el caso de perder por poco la mayoría absoluta en el caso de que Ciudadanos obtenga representación en el Parlamento, como auguran las encuestas, si bien la formación de Rivera exigiría en ese caso condiciones a los populares, que se centran en apartar a líderes locales del partido señalados por casos de corrupción y nepotismo.

Al margen de la mayor, es decir, si Feijóo seguirá al frente de la Xunta como pronostican los sondeos, el otro gran interrogante es quién encabezara la alternativa de oposición, con sondeos que favorecen a En Marea frente al PSOE por un margen no demasiado amplio. Los líderes de ambas formaciones, Luís Villares y Xoaquín Fernández Leiceaga, han mantenido pese a esa rivalidad una campaña poco hostil en la que abundaron las señales de entendimiento en un acuerdo de Gobierno en el caso de que no se cumplan los pronósticos sobre Feijóo. Los sondeos prevén también un batacazo del BNG, cuyo espacio electoral parece en buena parte deglutido por el fenómeno político de la Marea.

El resultado de estos comicios tendrá eco más allá de Galicia. Este 25-S es una atípica cita electoral que ha discurrido en los días de campaña ineludiblemente a la sombra de la incertidumbre que domina en estos momentos la política española. Hasta el punto de que buena parte de los mensajes de los distintos candidatos ha girado en cómo influirían los resultados gallegos en las negociaciones para la formación de un Gobierno central que evite la amenaza de unas terceras elecciones en diciembre.

Quizás más que en ninguna otra elección anterior, por el desgaste que el largo proceso electoral genera desde hace un año en los ciudadanos, todos los candidatos afrontan hoy un enemigo común: el desencanto político.

Sean cuales sean los resultados, tanto los ganadores de estas elecciones como los que conformen la oposición tendrán que afrontar colosales retos, enumerados por los propios gallegos en la encuesta elaborada por este periódico que antes citábamos, que van mucho más allá de cualquier visión partidista.

Esta es quizás una de las últimas oportunidades para devolver la honradez, la eficacia y la altura de miras a una denostada clase política. Pero no debería olvidarse que la política es tarea de todos y de ella depende nuestro futuro. Para emprender la senda de la esperanza, el primer objetivo pasa por acudir a las urnas. Dar la espalda al derecho de decisión democrática es la forma más segura de perder unas elecciones.