Los gallegos encumbraron ayer a Alberto Núñez Feijóo en su apuesta por la estabilidad. Por tercera vez consecutiva, y tras ocho años de gobierno, han vuelto a darle no solo la misma mayoría absoluta que consiguió en 2012 (41 diputados), sino incluso mayor número de votos.

Triunfa Feijóo frente a una izquierda que, dividida en tres formaciones, aspiraba a una entente poselectoral con que finiquitar la hegemonía del PP en Galicia y, de paso, dar aliento a una alternancia en Madrid. La primera opción es imposible y la segunda menos probable que nunca, en tanto en cuanto que el PSdeG es el gran derrotado al perder cuatro diputados y quedar como tercera fuerza en votos, víctima del sorpasso de En Marea.

La apuesta de los gallegos ha sido por la estabilidad si atendemos al lema y principal mensaje de la campaña de Feijóo. Pero su excepcional resultado, que le confirma como el único presidente que gobierna en una comunidad autónoma con mayoría absoluta, le refrenda en Galicia al tiempo que catapulta su figura en el conjunto del Estado como un referente incuestionable de los populares. El tiempo dirá cómo y cuándo.

Feijóo ha logrado mantener con solidez su valoración entre los gallegos y esquivar la quiebra de confianza que lastra al conjunto del partido a nivel nacional, desangrado electoralmente por los escándalos de corrupción. Por eso su victoria va más allá del refrendo a ocho años de gestión, en un contexto de extrema dificultad política y económica, para adentrarse en el terreno de un liderazgo y una valoración personal descollantes.

Las urnas han venido a confirmar esta vez el vaticinio de los sondeos no solo respecto al ganador, sino al gran perdedor: el partido socialista. Su debacle nacional no ha tocado fondo tampoco en Galicia. Leiceaga, el candidato que venció en las primarias con el apoyo de Pedro Sánchez, a duras penas evita la hecatombe, y aunque empata a escaños con En Marea, es superada por ella en votos. El temido sorpasso se confirma y deja a Sánchez y a su hombre en Galicia en situación muy comprometida.

En Marea, la confluencia emergente de los comicios, ha logrado aglutinar gran parte del voto de la izquierda, hasta situarse por los pelos como el segundo partido más votado, aunque no ha logrado su propósito de captar los suficientes en nuevos caladeros para hacer posible una alternancia a tres bandas. Esa es la cara y la cruz de su resultado.

Y si no lo ha conseguido probablemente sea como consecuencia de la inesperada fortaleza mostrada por el BNG. Inesperada al hilo de lo que vaticinaban todos los sondeos, pues lejos de esos testimoniales dos diputados que le preveían ha perdido solo uno de los siete que tenía. Sigue la hemorragia, pero frenada en parte. Y muy probablemente gracias a la campaña y la imagen de su cabeza de lista, Ana Pontón

El corrimiento de fuerzas en la izquierda requiere finezza en el reparto, pero una primera suma de los 200.000 que tenía AGE más los 40.000 que pierde el PSdeG y los 30.000 que pierden los nacionalistas del Bloque cuadran con los casi 270.000 de En Marea. Eso sí, la izquierda se decanta por girar más a la izquierda, valga la expresión, pues hasta ahora los socialistas sumaban más que AGE y BNG juntos, mientras que ahora son En Marea y el Bloque los que suman mayoría.

Respecto a la quinta fuerza con posibilidades de entrar en el Parlamento, Ciudadanos, paga la improvisación y vacío de liderazgo en las cuatro provincias y sus menos de 50.000 votos dejan la formación muy lejos de ese mínimo 5% necesario para conseguir escaño. Por cierto, que, con una participación prácticamente idéntica, a falta de contabilizar el voto emigrante, los populares consiguen varios miles de votos más que hace cuatro años y casi dos puntos porcentuales más, con los que no se desangran por ahí.

En Galicia las urnas cuando hablan nunca hablan solo gallego. Y ayer menos que nunca. Su trascendencia nacional quedó patente durante la campaña e incluso antes, puesto que la batalla por la gobernabilidad de España estaba paralizada a la espera de conocerse el resultado de aquí y del País Vasco. Y si el resultado es una espaldarazo mayúsculo para Feijóo, que lo es, también supone un respaldo muy relevante para Rajoy. Uno más que recibe desde su tierra.

Enfrente, el PSdeG es el partido que más pierde en las dos comunidades. Tiempo habrá para ver cómo se mueven las posiciones de unos y otros, si es que se mueven, para evitar volver a repetir las elecciones por tercera vez, por ejemplo por el hecho de que el PNV tenga mayoría absoluta en Euskadi tanto con los votos de los populares como de los socialistas. Pero la posición de Sánchez queda extremadamente debilitada para la guerra que pretende mantener con la presidenta andaluza y la mayoría de los barones socialistas tanto para conservar el poder en el partido como para intentar un gobierno alternativo al de Rajoy.

Galicia ha apostado, así pues, por la continuidad y la estabilidad. Y, más allá de las consecuencias, de todo tipo, que el resultado tenga en la política nacional, ahora le toca a Feijóo responder a esa enorme muestra de confianza dada por sus conciudadanos acometiendo con determinación políticas sensatas que redunden en beneficio no solo de sus votantes, sino de todos los gallegos, tal y como prometió anoche en sus primeras palabras de agradecimiento.