"Aquí hay un hambre cetrina y rencorosa, de perro vagabundo", "después de ver a estos hombres da vergüenza comer",

Ramón J. Sender, Viaje a la aldea de un crimen

Parece que la reedición del libro de Ramón J. Sender Viaje a la aldea de un crimen (Ed. Pueyo, 1934) reaviva la vieja historia de la matanza que dicen comenzó a hundir el gobierno de Azaña, y con él a la República. Un crimen cometido por un psicópata; la llegada a Casas Viejas del capitán de la Guardia de Asalto Manuel Rojas, un sujeto que en el 36 se unió inmediatamente a los golpistas y participó activamente en la represión en Granada, sirve para dirigir las operaciones y acabar con el levantamiento de jornaleros hambrientos "sin prisioneros, ni heridos" en esa pedanía gaditana del ayuntamiento de Medina Sidonia, que esperaban con ansia un vuelco en la política española que diera, por fin, tierra y pan a los dos mil hambrientos habitantes del poblado dependientes de sus escopetas de caza para comer cuando no hay jornal de los señoritos que gobiernan los latifundios baldíos del duque de Medinaceli.

Los delatores señalan a Seisdedos, carbonero de más de setenta años que se refugia en su pobrísima choza con su familia y el capitán Rojas, bajo órdenes del director general de Seguridad, Alberto Menéndez, se dispone a escarmentar al pueblo. Los cuerpos son arrojados a las llamas.

A los pocos días del escándalo, noticias y rumores llegan a Madrid, y los medios se disponen a cubrir esta información que ya empieza a manchar al gobierno de Manuel Azaña. El joven, comprometido y crítico, Ramón J. Sender, ya conocido por su novela Imán y su experiencia en la guerra de África, redactará quince crónicas para el diario La Libertad denunciando el crimen de Casas Viejas y causando un importante revuelo parlamentario. Esas crónicas revisadas y ampliadas en la comisión parlamentaria y en el juicio al capitán Rojas, vieron la luz en este volumen que ahora se reedita en Libros del Asteroide.

Sender narra sin artificios la crueldad de las autoridades, que se comportan con saña frente a unos miserables jornaleros cuya desesperación, provocada por el hambre, entiende el autor a la perfección tras quedar impresionado por las famélicas miradas de los lugareños, las mismas que en tantas otras partes de España: hambre, analfabetismo, desigualdad, injusticia social y un Estado desaparecido.

Sender se muestra con un estilo que anticipa varias décadas la llegada del "nuevo periodismo".

Cuando A sangre fría escalofrió a la sociedad biempensante norteamericana de la mano de Truman Capote, Sender ya había destripado la realidad de la República con sinceridad, aunque las posteriores documentaciones históricas complementasen realidades que no podían desmentir que los jornaleros ni comían con la monarquía ni con la república y que para la Guardia Civil las únicas libertades individuales y colectivas eran las que figuraban en sus ordenanzas.