Allá ellos, pero opino que los sesudos académicos de la RAE que aprobaron la pasada reforma ortográfica van a tener que cargar con la culpa del desaguisado y con la rechifla de bastantes que esperamos que las aguas vuelvan a su cauce cuando la Academia haya de rectificar. Maestros y autores están horrorizados, al igual que cualquier persona medianamente culta, con el paulatino abandono de las tildes -los acentos gráficos- sobre las letras correspondientes. Dejar de acentuar por rapidez o comodidad como señalan los estudiosos preocupados por el menoscabo del castellano es camino de alterar el significado de muchas frases. Y menos mal que no lo han prohibido sino que lo han dejado al albur del escritor, y así muchos seguimos acentuando el sólo cuando tiene valor modal y equivale al solamente. Si se trata de escribir como se habla, que algunos ignorante invocan como panacea para eliminar acentos y las letras h o las diferencias entre b y v, entre g y j, hemos empezado a hundir la piqueta en el noble edificio de la lengua castellana. ¡Qué pena! Para acabar reitero unas recomendaciones sabias: fomentar la lectura y repasar lo que se escribe.