Saludos de nuevo desde el papel impreso y desde algún lugar de la virtualidad. Ya ven, el tiempo sigue corriendo sin posibilidad de revertirlo, y nos hemos plantado casi a mediados de octubre sin que hayamos podido hacer nada por remediarlo... Ahí estamos, a dos pasos de terminar el año, cuando parece que fue ayer que lo estrenábamos...

Además, hoy nos vemos coincidiendo con un día de fiesta. O sea que, a menos que usted pertenezca a los colectivos cuyos momentos de trabajo y descanso siguen, por la naturaleza de su labor, ritmos distintos a los de la mayoría, o que por alguna razón no esté en este momento desempeñando un trabajo activo, hoy toca descanso. Ánimo si no es así, que ya vendrán días de solaz o mejores. Y disfrútenlo si son ustedes de los que hoy pueden dedicarse un poquito más al ocio. Al fin y al cabo, la felicidad es un conjunto de instantes...

Con todo, hoy es un día peculiar, no exento de polémica, de fiesta y de revisión histórica. Según la lectura que uno haga, y a que colectivo lea o escuche, será un día de celebración o de reproches. En uno de los extremos, y de telón de fondo, la decisión unilateral y fuera del actual ordenamiento por parte del Ayuntamiento de Badalona, abortada desde la Justicia, resuelto a tratar este día como laborable. Y, en el otro, diferentes celebraciones con tonos también variados.

Miren, el del 12 de octubre y lo que representa es un tema complejo, sí. Y en tiempos donde la Teoría de la Complejidad, que viene a decir algo así como que la aproximación a los temas complejos ha de ser hecha de tal guisa, considerando un enfoque multidisciplinar, mucho más. Pero lo que está claro es que este día, como todo en la vida, puede ser utilizado para unir o para abundar en las brechas. Todo es cuestión del color del cristal con que se mire y, también, de la voluntad que uno tenga a la hora de abordar el tema.

Si me pidiesen ustedes un análisis de la cuestión basándonos en los hechos históricos objetivos y desde unos valores comúnmente aceptados hoy en términos de derechos humanos individuales y colectivos, está claro que hay muchos elementos reprochables en aquella gesta de la conquista del Nuevo Mundo. Pero para entender un poco más lo que pasó hemos de ponernos en la ética, la lógica y la visión del siglo XV. Y todos estos, aunque parezca de Pero Grullo decirlo, no son los de ahora. Muchos elementos que hoy consideramos inaceptables antes estaban muy presentes. Y, entre ellos, los propios términos de "Descubrimiento" y "Conquista"...

Algunos estudiosos, aún así, destacan que la gesta española fue mucho más integradora que las de otros pueblos. Es cierto que la religión jugaba entonces un papel central en la sociedad, y que los moradores de las nuevas tierras vieron no sólo como sus bienes fueron expoliados en una concepción errónea de la riqueza como mera tenencia de oro y plata, y que sus reglas del juego fueron borradas de un plumazo por quien vino de lejos, que además les obligó a aceptar otras creencias. Pero, aún así, la conquista española -en un contexto temporal concreto- no fue de lo peor en términos de derechos humanos.

En cualquier caso, el pasado es el pasado, y no lo podemos cambiar. Todo lo que somos, en términos individuales y colectivos, es fruto de un determinado devenir histórico, con sus luces y sus sombras. Y no nos queda otra salvo aceptarlo y aprender de ello.

Pero sí que podemos, entiendo yo, aceptar el reto de aprovechar la parte más positiva de lo acontecido. Y esto es que la conquista de aquellos territorios, más de quinientos años después, hermana de muchas formas a un ingente número de seres humanos a ambos lados del Atlántico. Les dota de una lengua común, además de la diversidad, riqueza y pluralidad de idiomas y culturas propias, y les hace compartir algunos rasgos sociales y culturales, al margen de la personalidad absolutamente propia de cada pueblo y, en último término, de cada individuo. El pasado, así, nos brinda la oportunidad de haber constituido una alianza que hoy persiste y en la que, seguramente, se podría avanzar mucho más.

Con todo, quizá sea el momento de ver definitivamente aquel lejano 1492 y lo acontecido en años y siglos posteriores mucho más como una oportunidad que como un problema, aceptando su yin y su yang. Es bueno el análisis reflexivo de la Historia, y aplaudo que muchos autores sigan aportándonos visiones que nos ayudan a entender el pasado y, a partir de ahí, el presente y lo que venga a partir de ahora. Pero lo más importante es, desde mi punto de vista, intentar entender el mundo de una forma abierta e inclusiva, con una mentalidad orientada a un mejor desempeño global en un tiempo en que esto es una necesidad, y sin recrearnos ni rebozarnos en nuestras diferencias, las que sean, mucho más de lo estrictamente necesario. Y es que todo lo que no une, a ambos lados del Atlántico, dentro de la Península Ibérica o en cualquiera de nuestros concellos, termina separando. Y no me refiero a la separación política y administrativa, tan de moda ahora, que tantos ríos de tinta provoca y que no deja de ser un tema de segundo orden. Me refiero a la separación real, conceptual y esencial entre las personas, sus valores, sus creencias y sus ideas. Suele ser peor y más grave. Y, si no, echen un vistazo a la Historia...