El fatídico brumario, querida Laila, comenzará este año con la próxima reunión del Comité Federal del PSOE, en principio para tomar la crucial decisión de si se permite o no el gobierno de Rajoy, con la abstención del grupo socialista en la posible sesión de investidura en el Congreso. Puede pasar de todo, incluso que no haya sesión de investidura y el 11 de brumario se disuelvan las Cortes para convocar nuevas elecciones, o que la haya y Rajoy no logre las abstenciones necesarias. También puede suceder que el Comité Federal acuerde la abstención, haya entonces investidura y Rajoy sea presidente, o que los socialistas acuerden conceder solo las once abstenciones que Rajoy necesita y voten no, inútilmente, el resto de sus diputados o incluso que al Comité Federal se le ocurra la peregrina idea de dar, en este caso, libertad de voto a su grupo parlamentario, asegurándose por atrás que haya once diputados, al menos, que decidan abstenerse. Es decir, fatídico brumario para los socialistas y, consecuentemente, para todos aquellos españoles que no quieren ver gobernar a Rajoy: en principio y en número redondos, 16 millones de votantes que han expresado no querer a Rajoy en el poder, frente a los 8 millones que sí lo quieren. Sería esto el fracaso del cambio presuntamente buscado por los electores y que en muchos evocará aquel fin del Directorio del 18 de Brumario. Exagerado, distinto pero tiene un aire. Un aire de similar frustración.

Sobre lo que no cabe ninguna duda, querida, es sobre el tremendo lío en que los socialistas se han metido por su mala cabeza. Y digo se han metido porque fue su Comité Federal el que diseñó el triángulo diabólico del no a Rajoy y al PP, no a un pacto con Podemos y los nacionalistas y no a nuevas elecciones, ideado para embridar a Pedro Sánchez y sus aspiraciones de ser Presidente. Una decisión de un Comité Federal controlado por los barones, con su baronesa a la cabeza, auspiciado por las vacas sagradas y viejas glorias del partido, y estimulado por los corifeos mediáticos del bipartidismo. Fue el intento de Pedro Sánchez de romper el diabólico triángulo por el lado del pacto con Podemos lo que provocó su defenestración. Así han abortado la posibilidad de un Gobierno alternativo a Rajoy y al PP, pero se han condenado a morir sitiados en este triángulo del diablo o a ser rematados en cualquier intentona de salida por cualquiera de los otros dos lados.

No me extrañaría, amiga mía, que en estos momentos estén echando de menos a Pedro Sánchez los mismos que lo decapitaron, porque a esta altura, de haber fracasado por sí mismo su intento de gobierno alternativo, tendría que ser él, Pedro, el que se quemase en el triángulo del diablo y no Javier Fernández, elegido como cabeza de turco para exculpar en el futuro a la baronesa y a los barones.

La frustración y la rabia recorren ahora las filas de la milicia socialista, que siente la tentación de amotinarse, con el consiguiente peligro de hacer bueno a un muy limitado y titubeante Pedro Sánchez o, lo que sería peor, de crear las condiciones para intentar una escisión que, al menos de momento, fragmentaría a la izquierda más de lo que ya está.

En resumen, nada ha ido bien para la familia socialista desde la rendición de Zapatero a Flandes al firmar, con alevosía y la nocturnidad de agosto, la reforma del artículo 135 de la Constitución, para poner por delante de los ciudadanos los intereses de los mercados financieros. Desde este momento, los socialistas no han levantado cabeza y han sido incapaces de ser alternativa a pesar de la crisis, de los recortes, del fracaso y de la corrupción sistémica y estructural del PP. Hay errores y deudas, querida, que jamás se redimen.

Un beso.

Andrés