Los socialistas coruñeses, pendientes de la efervescencia que agita a su dirigencia nacional, meditan replantear su estrategia de colaboración con la Marea Atlántica, a la que sostienen en el Gobierno local y son corresponsales de su gestión. Los recientes borrones europeos y domésticos han evidenciado que nuestro alcalde es poco proclive a que la oposición se convierta en "profesorado de apoyo" y menos dentro del riñón de su gobierno. Don Xulio, hombre pertinaz cuando se trata de extinguir cualquier instancia de debate, trata, al mejor estilo podemita de presentar su voluntad como la voluntad democrática del ciudadano, actitud que hace claudicar el Derecho y su función primordial. Las transformaciones que exige La Coruña hay que distinguirlas de la prodigalidad de augures y topicazos que emanan del ámbito municipal; "haremos", "os proponemos", o "hai que darle una volta" y "sentidiño en la gestión", cuando se trata de desterrar ideas o proyectos que no son propios. Los problemas no se resuelven y siguen abandonados a su destino, porque sus gestores carecen de audiencia ante los gobiernos central y autonómico, no generan confianza y los mareantes ofrecen la sensación de no haber llegado preparados de casa. Por tantas razones, hay que evitar que el tiempo y la incertidumbre abrumen al ciudadano, ante un panorama creciente y poco grato para el ánimo individual. Falla el sentido común y el señorío, sobre todo el señorío.

Otrosidigo

La adjudicación del diseño "humanizador" de la avenida Alfonso Molina a una cooperativa cercana al concejal Xiao Varela no es estéticamente presentable, como tampoco lo es recurrir a una empresa privada la confesión del proyecto urbano del entorno de la playa de Oza; tareas, una y otra, que debieran confiarse a los técnicos municipales, cuya capacidad está bien acreditada y no exige desembolso alguno.