Hoy quiero compartir con ustedes un nuevo 5 de diciembre, acaecido hace un par de días. Una nueva edición del Día Mundial del Voluntariado, que quiero traer aquí, a la palestra, para sacarle mucho brillo. Aunque no crean que tal cuestión no genera en mí algunas dudas... De hecho, suelo debatirme entre dos posturas bien antagónicas. La primera, la de hablar y hablar sobre el voluntariado y sus excelencias, como he hecho durante años en mil foros diferentes. La segunda, simplemente, quedarme callado. ¿Por qué? Porque el voluntariado es algo tan grande, tan íntimo y tan especial, que a veces las palabras se quedan muy cortas para expresar todos los colores, las aristas y la magia de algo tan personal y tan propio de cada individuo.

Y es que, para mí, el voluntariado se entiende en una lógica muy del "núcleo duro" de cada uno. De sus convicciones más internas. De su idea de la vida y de la relación con los demás. Es ahí donde surge la necesidad de comunicarse con otro ser humano que le puede necesitar, y de plasmar esa relación en acciones concretas. El voluntariado, así, es una vuelta de tuerca a la mera existencia economicista, forzando situaciones y paisajes emocionales que, de otra manera, no tendrían lugar. El voluntariado, no cabe duda, da vida. Pero no a quien ayudamos, sino a nosotros mismos.

A lo largo de las últimas décadas, muchas veces las instituciones han obrado de forma que, en ocasiones, parece que se hubiese querido transformar el voluntariado en otra cosa. Se ha hiperreglamentado y se han establecido marcos de actuación que, a veces, me han recordado a puestos de trabajo no remunerados. En otros momentos hay quien ha utilizado un determinado voluntariado como "cantera" para reclutamiento de personal en futuros puestos profesionales. O quien ha tirado por la calle de en medio y ha tratado de convertir un voluntariado, puro y duro, en un esquema cercano a los mini jobs de los alemanes, cuestión con la que no tiene nada que ver el trabajo altruista a cambio de una remuneración emocional. Todo ello a veces ha lastimado el espíritu del voluntariado, de las personas que, porque sí y sin mayor alarde de ello, cambian cada día su entorno a partir de su trabajo absolutamente desinteresado y no por ello menos profesional. De quien se posiciona así en el mundo, como una parte del sentido de su propia vida...

Estas líneas son, como cada año, un reconocimiento a todo el trabajo -infinito en términos de millones de horas de trabajo al año- de miles de personas voluntarias en nuestro país. De quien hace un voluntariado reglado en una organización sin ánimo de lucro. Pero, sobre todo, de todos esos voluntariados mucho más callados, anónimos, pequeñitos y tan grandes, que surgen en cada comunidad de vecinos, en el seno de cada familia, de cada aldea, o entre desconocidos. De todo lo que se hace por el otro, sin esperar absolutamente nada a cambio. Del trabajo más anónimo. Tanto, que a veces ni es considerado como tal por el que lo entrega. Eso es lo que hace más grande este día...

El voluntariado sigue tan vigente como siempre en pleno siglo XXI. A pesar de las carteras de programas y servicios de la Administración Pública en materia de servicios sociales, educación o sanidad, sigue habiendo un resquicio importante para la entrega de ese trabajo desinteresado. Y es que este, por encima de consideraciones técnicas, relativas a sus prestaciones, es todo un posicionamiento de la persona voluntaria en términos de qué sociedad quiere conformar. Y, por ello, es el mejor ejercicio de ciudadanía. El trabajo voluntario construye sociedad, da ejemplo a los demás y representa la esperanza en el advenimiento de una sociedad mucho más humana. Y, al tiempo, una apuesta en tiempo real por acciones concretas y orientadas a resultados.

Pues ya ven... sólo quería recordar a las y los voluntarios que nos dan cada día su ejemplo, pero me he emocionado y... ha salido un pequeño discurso. Bueno, lo más importante es que este es sincero. Que creo en él. Pero de discursos no vive la sociedad, sino de gestos y realidades. Y esas son las de quienes inspiran esta verborrea, a quien honro en estas líneas, escritas en clave de homenaje...

¡Feliz Día del Voluntariado 2016!