En 2009 estaba previsto iniciar la urbanización portuaria de La Coruña, de acuerdo con el proyecto confiado al arquitecto catalán Juan Busquets. Comenzaría por los muelles de baterías y de Linares Rivas, con las cautelas de que la edificabilidad no creara una barrera longitudinal que nos separase del mar. Del plan Busquets nada se sabe. La cortedad de los munícipes de antaño privó al ayuntamiento coruñés de la adquisición del Hotel Atlántico, entonces de factura singular y a tono con sus colindantes Kiosco Alfonso y La Terraza, todos ellos en situación privilegiada sobre la bahía.

Más recientemente, se alzó el Palacio de las Gaviotas, cuyo impacto visual y colosales dimensiones ciegan la panorámica marítima. Primaba el concepto, todavía inexplicado de la "verticalidad histórica". La pretermisión municipal, en la aplicación de los Planes Generales de Urbanismo (PGOU), ha sido una constante de las sucesivas corporaciones locales. Ahora, con la vuelta al ladrillo, se anuncia el proyecto de edificar varios paralelepípedos al final del Paseo Marítimo en As Percebeiras (Labañou), cuyas alturas oscilan entre las 9 y 16 plantas que, al parecer, no perturbarán la visión de la Torre de Hércules. El proyecto semeja responder a la tesis del alcalde Vázquez, quien -salvo error u omisión- optaba por el modelo Hong Kong (Parque Ofimático, Someso). La "idea de ciudad" no ha sido definida, hasta la fecha, por sus sucedáneos. Como hemos visto, vuelve el ladrillo y conviene evitar la especulación, sobre todo, el urbanismo abrumador en zonas como Labañou, donde la población tiene en el mar su interlocutor cotidiano. A espaldas de As Percebeiras, el altozano de San Pedro de Visma, "la proa de un barco fondeado en tierra firme" observa vigilante. El viejo fuerte, reducto urbano, confitado de un restaurante-atalaya, merece mayor atención y cuidado municipal para no recaer en la carquexia de lo anacrónico. Desde allí, la ensenada Orzán-Riazor se ofrece, en estas noches del verotoño, como una gigantesca crisálida.

Otrosidigo

La Plaza del Libro luce un encintado parcial en los escasos y centenarios árboles que integran su reducido seto. Se ve que el material luminoso era escaso y no pudieron encintar dos árboles que dejaron desnudo. El abandono de la minúscula plaza es ostensible por la abundante hojarasca de la zona y los "recuerdos" caninos.